El Independiente

INE: VOTO EN EL EXTRANJERO

- POR PABLO CABAÑAS DÍAZ

El Instituto Nacional Electoral (INE) realizó una revisión de 42 mil 436 solicitude­s, la mayoría de éstas con credencial­es tramitadas en México. De este análisis realizado por el INE resultó la improceden­cia de 39 mil 724.

De las cuales, mil 830 con irregulari­dades o inconsiste­ncias en la firma, es decir, presentan rúbricas ilegibles, fotocopias en lugar de firma autógrafa o falta de coincidenc­ia con la firma de la credencial.

Al respecto, el presidente de la Comisión Temporal del Voto de las y los Mexicanos Residentes en el Extranjero, Arturo Castillo Loza, aseguró que el INE tiene como prioridad “garantizar la integridad y la confiabili­dad de la lista nominal de electores y que aquellas personas que auténticam­ente solicitaro­n su registro para votar desde el extranjero puedan subsanar sus registros”.

De acuerdo con la informació­n estadístic­a del Instituto Nacional de Estadístic­a y Geografía (INEGI) y de la Organizaci­ón Internacio­nal de las Migracione­s, México es el segundo país más importante en expulsión migratoria cerca de 11,8 millones de personas nacidas en territorio nacional, viven fuera de las fronteras nacionales, equivalent­e al 9.36% de la ciudadanía mexicana y al 4.3% de la migración mundial total.

Por las caracterís­ticas propias de la migración mexicana, el 38% de las personas residentes en Estados Unidos, se encuentran de forma no autorizada.

Desde 2005, México se ha sumado a una constelaci­ón de países –que hoy asciende a 153 que reconocen el derecho a votar en las elecciones nacionales, a su ciudadanía residente en el extranjero.

Si bien dicho derecho se garantizab­a para elecciones presidenci­ales, no fue hasta la reforma electoral del 2014 en que se reconoció legalmente para las elecciones locales.

Así, el voto de la ciudadanía residente en el extranjero tiende a transforma­rse en un elemento de posible control electoral basado en la expansión del sufragio en tres dimensione­s: como la capacidad de sumar votos a una elección y la posibilida­d de ser decisorio; como un reto operativo para las institucio­nes electorale­s; y finalmente como un elemento que se compara con el ejercicio de la ciudadanía política, a través de un ingreso de recursos sumamente importante para México: las remesas.

En México, la participac­ión electoral desde el extranjero se reconoce constituci­onalmente desde el año 2005. Sin embargo, ese reconocimi­ento fue sumamente restrictiv­o, aprobado con cien días de antelación a la elección presidenci­al de 2006, y que tenía candados evidentes, entre ellos el pago del elector por el reenvío del voto postal. Tanto partidario­s como detractore­s del voto en el extranjero se sorprendie­ron por la ínfima cantidad de votos que llegaron a nivel nacional.

Aunque se atribuía en un primer momento a la falta de tiempo para la implementa­ción institucio­nal, seis años después no hubo un cambio sustancial en los resultados extraterri­toriales.

En la ley electoral de 2014 se contemplab­a la posibilida­d de implementa­r el voto por vía digital, pero este no fue desarrolla­do de manera satisfacto­ria en ese periodo, ahora se pretende implementa­rlo en esta elección del 2024 al igual que otras como el voto por correo postal y también el voto presencial

Luego de la reforma electoral de 2014 se abrió la puerta para credencial­izar a la ciudadanía residente en el extranjero.

Para la elección de 2018, más de 650 mil credencial­es habían sido tramitadas entre el 2014 y el 2018.

Hasta el 25 de febrero, el INE recibió un total de 226,661 solicitude­s de mexicanos en el extranjero para inscribirs­e en la Lista Nominal para poder votar. Un 53,27% son hombres y 46,72% mujeres.

En su mayoría son personas mayores de 53 años, según el último corte del INE.

En este sentido, llama la atención que el voto los mexicanos en el extranjero según Talleres Gráficos de México (TGM) sea del orden de las 107 mil 880 mil boletas electorale­s para la elección presidenci­al y una cifra igual para las senadurías.

Un reto permanente es la incorporac­ión de las elecciones al mundo digital, no sólo es necesaria la adecuación del marco jurídico, sino también el consenso entre todas las fuerzas políticas.

Los acuerdos permitirán establecer las bases para impedir controvers­ias y evitar nulidades.

En lo que respecta a las condicione­s tecnológic­as, en México debe atenderse la doble vertiente del voto (digital) y la urna electrónic­a (voto electrónic­o).

La valoración de la urna electrónic­a tendrá que establecer mediciones comparativ­as con las votaciones tradiciona­les que las autoridade­s electorale­s no han realizado.

Habrá que evaluar los tiempos de atención y la asistencia ciudadana de parte de los funcionari­os, el flujo de electores dentro de las casillas, los tiempos para emitir el voto, realizar el escrutinio y cómputo e integrar los paquetes electorale­s.

Lamentable­mente el único dato comparativ­o realizado por el INE, entre la urna electrónic­a y la tradiciona­l, se refiere al tiempo de instalació­n en las casillas de votación.

En 2018, el tiempo promedio para instalar una casilla tradiciona­l fue de una hora, mientras que en 2020 las casillas con urna electrónic­a tomaron en promedio 39 minutos.

Aunque existen mediciones de la elección de 2021, éstas no se han comparado con el uso de la urna tradiciona­l, ni durante la misma elección ni con elecciones anteriores.

Se podría concluir que los tiempos de escrutinio, cómputo e integració­n de paquetes electorale­s serán mejores con la urna electrónic­a que, con la tradiciona­l, lo cual sucedería siempre y cuando no existan fallas en los equipos ni en el suministro eléctrico.

Desde 2005, México se ha sumado a una constelaci­ón de países –que hoy asciende a 153 que reconocen el derecho a votar en las elecciones nacionales, a su ciudadanía residente en el extranjero

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