EL FLORERO MÁS CARO DEL MUNDO
La ONU es un florero y de los caros. Lo ha sido durante todo el siglo, y si me permite ir más allá, desde su fundación.
Lo que en algún momento se concibió como la institución encargada de salvaguardar la paz en el nuevo orden mundial, en la que participarían todas las naciones del planeta, ha sido desenmascarada como un bonito adorno con sedes en Nueva York y Ginebra, cuya función es restarle remordimiento a Estados Unidos cada que inicia una nueva guerra.
O en palabras simples y llanas, su función (la verdadera) es taparle el ojo al macho.
A excepción de Donald Trump, los presidentes en Estados Unidos tienen por costumbre iniciar una nueva guerra durante su mandato.
Esto se ha convertido en un ritual americano desde que Jimmy Carter dejó la Casa Blanca en enero de 1980.
Y sin afán de entrar en el debate de la importancia de la disipación bélica en nuestra sociedad actual, es imposible preguntarse entonces, ¿Para qué carajos existen las Naciones Unidas si no sirven ni para evitar que esto suceda?
Bien podría el bien intencionado portugués, António Guterres, anunciar la disolución de este organismo mañana mismo y absolutamente nada cambiaría.
Por eso me sorprendió la ingenuidad en la declaración del presidente López Obrador de ayer martes durante su conferencia mañanera: “Si no se actúa, la ONU va a quedar como un florero, nada más de adorno y no se puede permitir que se rompa, que se vulnere el derecho internacional, como se hizo en el caso de Ecuador, porque entonces sería el más fuerte, de los gorilas”, dijo Andrés Manuel en referencia a la disputa que sostiene nuestro país con el Ecuador.
Si usted ha vivido debajo de una piedra las últimas dos semanas, seguramente no se enteró del asalto a nuestra embajada en Quito.
Las imágenes son horribles, nuestros embajadores sometidos en el suelo a punta de pistola mientras las fuerzas policiacas del gobierno de Daniel Noboa invaden nuestra sede diplomática. Inconcebible. El mismo martes, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños se reunió para discutir posibles sanciones al país sudamericano.
Durante el encuentro virtual, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, anunció que cerraría su embajada y sus consulados en Ecuador como un acto de solidaridad con México.
Sin embargo, fuera de Maduro, parecería que este asalto no significó nada para nadie en la asamblea de la ONU.
Incluso, el mismo presidente ecuatoriano se burló de México y llamó a López Obrador a resolver las diferencias con unos tacos y un ceviche.
Jamás habíamos visto tanto desdén por el derecho internacional, ¿y sabe qué? Personalmente me da mucho gusto. Fuera máscaras.
Creo que de todas las estrategias que el gobierno de AMLO pudo haber elegido para lidiar con esta humillación, eligió la correcta: demostrarle al mundo entero que la ONU está pintada, y realmente vivimos bajo los designios de grupos de interés creados por nuestro vecino del norte, y lo demás es una simulación.
Una cachetada con guante blanco, para que me entienda. Ojalá me equivoque.
¿Para qué carajos existen las Naciones Unidas si no sirven ni para evitar que esto suceda? Bien podría el bien intencionado portugués, António Guterres, anunciar la disolución de este organismo mañana mismo y absolutamente nada cambiaría