NETANYAHU QUIERE UNA GUERRA CON IRÁN: JACOBIN
La aterradora escalada de ataques entre Israel e Irán es un resultado predecible del claro deseo de Benjamín Netanyahu de iniciar una guerra con Irán, habilitada por Joe Biden, como todo lo que hizo Netanyahu desde el 7 de octubre, afirma Branko Marcetic en colaboración para el portal Jacobin Lat, con la traducción de Pedro Perucca.
Incluso en un mundo que prácticamente funciona con niveles industriales de amnesia política e hipocresía, los acontecimientos de los últimos días fueron para destacar.
La narrativa general que los funcionarios y comentaristas de Estados Unidos, Europa e Israel estuvieron ocupados vendiéndole al mundo desde la oleada de ataques militares de Irán contra Israel este fin de semana es la siguiente:
El Estado iraní, un cruce entre el ISIS y el Tercer Reich, lanzó temerariamente un ataque no provocado contra un Israel que se ocupaba de sus propios asuntos, aumentando las tensiones entre los dos países y llevando a la región al borde de la guerra.
El incidente, una peligrosa e inexplicable escalada que sólo se detuvo gracias a la oportuna intervención de los socios de Israel y los Estados vecinos, es un recordatorio del largo historial de terrorismo, desprecio del derecho internacional y hostilidad a la paz de Irán.
No hace falta tener una visión idealizada del gobierno represivo, teocrático y militarista de Irán para comprender que esta versión interesada de los hechos tiene poco que ver con la realidad. El ataque de Irán, por alarmante y potencialmente desastroso que sea, no fue inexplicable ni provocado.
Fue una respuesta directa al escandaloso bombardeo israelí de hace dos semanas sobre un edificio del consulado iraní en Siria, que mató a dos generales iraníes de alto rango y dañó la cercana embajada canadiense.
De hecho, mientras que la mayoría de los miembros del Consejo de Seguridad condenaron o al menos expresaron su horror ante esta violación de las normas internacionales de larga data en ese momento, Estados Unidos, Francia y el Reino Unido se negaron a hacerlo, aprovechando la oportunidad para sugerir que Irán era el responsable del ataque a su propio consulado.
Esto viene a sumarse a una serie de provocaciones durante los últimos seis meses por parte de un gobierno israelí que, aparentemente insatisfecho con el asesinato masivo que se le permitió llevar a cabo en Gaza, estuvo intentando desesperadamente iniciar otras múltiples guerras en su entorno inmediato.
Desde el comienzo de la guerra, Israel bombardeó sistemáticamente a Siria y Líbano, incluida su capital, Beirut, momento en que los temores de una guerra regional se dispararon brevemente, para calmarse luego únicamente gracias a que el objetivo no quiso morder el anzuelo. Sólo en lo que hace a Irán, Israel asesinó a una serie de figuras militares iraníes antes de este último acto, que equivale a un ataque directo en territorio iraní.
En otras palabras, calificar de provocación lo que Israel hizo la semana pasada es quedarse muy corto: fue un auténtico acto de guerra.
Y es un acto que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, sabía muy bien que provocaría una respuesta destructiva por parte de Irán.
Como han señalado numerosos analistas, Netanyahu y quienes le rodean tienen mucho que ganar personalmente iniciando una guerra en toda la región que involucre a Estados Unidos y, de hecho, dedicaron gran parte de su destrucción de Gaza a intentarlo intermitentemente, algo que incluso Biden reconoció en privado.
Biden demostró su incapacidad e incluso su falta de voluntad para desafiar a Netanyahu o castigar su intransigencia a lo largo de la guerra, y si Israel toma represalias a su vez contra las represalias de Irán, la llamada telefónica del presidente será discutible: una vez que Netanyahu consiga atrapar a su país en una guerra abierta con Irán y sus aliados regionales, no hay casi ninguna posibilidad de que Biden resista la abrumadora presión para introducir a las fuerzas estadounidenses en la refriega para defender a Israel del lío en el que metió.