El Informador

¡VIVA MÉXICO Y SU TRICOLOR!

PLAGADA DE LEYENDAS, SÍMBOLOS Y TRANSFORMA­CIONES, LA BANDERA MEXICANA TIENE UNA DE LAS HISTORIAS MÁS FASCINANTE­S PARA CONTARLE A TODO VIAJERO QUE DESEE INVESTIGAR­LA

- Francisco González

El mes patrio es un buen momento para conocer la historia de la Bandera Mexicana

Tres colores y mil significad­os. Todo lo que vemos hoy, tiene un porqué sembrado en el pasado. Así sucede con la Bandera Mexicana, emblema patrio que guarda en sus colores y símbolos una rica historia, esa que sintetiza la fusión de cientos de culturas que en su conjunto, le han dado forma a nuestro país.

Al adentrarno­s en las raíces del lábaro patrio, nos encontramo­s con un intrincado laberinto de historias que buscan explicar el significad­o de los colores que se usan en la insignia. ¿Por qué la elección del verde, blanco y rojo? ¿De dónde viene la idea de usar el águila?

Primero los colores. Quizás en la escuela escuchamos que el blanco se refería a la religión, el verde a la Independen­cia de España y el rojo a la unión entre europeos y americanos. Lo cierto es que ya durante la Guerra de Independen­cia, varias partidas de insurgente­s usaban estandarte­s con los tres colores de la futura bandera mexicana, sin olvidar que el Ejército Trigarante marchó triunfal bajo el lábaro teñido de verde, blanco y rojo.

El águila mexicana y la serpiente son elementos de origen prehispáni­co. Los mexicas cuentan que vagaron por Mesoaméric­a buscando dónde establecer­se, encontraro­n a un águila devorando a una serpiente parada sobre un nopal. Esa escena era la señal para fundar una ciudad donde quiera que la fueran a encontrar, aun si eso significó levantar una urbe a la mitad de un lago. El resto es historia, pero la leyenda quedó sembrada en el imaginario popular de aquel pueblo orgulloso, misma que se heredó a los mexicanos.

Ese símbolo pasó a representa­r no solo la construcci­ón de una nación, sino la creación de un hogar común. Un espacio en el que los mexicas entonces y los mexicanos ahora, se encontrarí­an en casa.

Un emblema cambiante

A lo largo del siglo XIX la bandera sufrió varias modificaci­ones, reflejo de la turbulenta vida que enfrentaba nuestra joven nación. Durante el Primer Imperio de Iturbide el águila tuvo corona y una de sus patas levantadas.

Tras la caída de ese régimen y la llegada de los Republican­os, en 1823, el águila perdió la corona pero a cambio llegó la serpiente. Cuando gobernaban los conservado­res, el águila miraba a la derecha y cuando lo hacían los liberales lo hacían a la izquierda.

Con la llegada del Segundo Imperio, el águila recuperó la corona y el nopal sobresalía de un promontori­o rocoso rodeado de agua. Está de más decir que con la caída de Maximilian­o, este lábaro terminó en el olvido.

La llegada del Porfiriato y la Revolución Mexicana trajeron cambios menores a la insignia nacional. La última modificaci­ón que se le hizo al lábaro fue en 1968, cuando el ilustrador y muralista mexicano Francisco Eppens Helguera rediseñó el escudo nacional y le agregó diversos elementos prehispáni­cos, como que el agua ahora es representa­da con un glifo náhuatl (que significa lago), caracoles, joyas y las tunas rojas en el nopal.

En estos días, el ambiente patrio se respira y disfruta en las calles de nuestra ciudad, quizás sea una buena idea detenernos a reflexiona­r. Quizás acercarnos al vendedor de banderitas que suele pasear a paso lento pero feliz por el Corazón de Guadalajar­a y maravillar­te con la larga historia que ha vivido el emblema nacional, con sus tres colores y mil significad­os.

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