El Informador

Crónica chimuela

- (patyblue10­0@yahoo.com) PATY BLUE

¡Cañas, señito! ¿Quiere una? ¡Ándele, se la doy barata, ya para terminarla­s, me quedan nomás tres! Están bien tiernas, recién cortadas… Como tal vez imaginó que su pregón me había llegado al corazón, el andariego anciano detuvo su destartala­do carrito frente a mí, y sustrajo un lozano ejemplar para que pudiera yo apreciarlo más de cerca, tal vez con la esperanza de que cediera a su sentida petición y le extendiera la mano para darle los 10 pesos que solicitaba, una verdadera ganga.

Y siguió con sus requiebros comerciale­s, quien quita y con su insistenci­a doblegaría mi resistenci­a y me haría yo de una vara de ésas que en mis mozos años devoraba con fruición, sentada en el batiente de mi casa, chupándome hasta los codos para no perder ni una gota de aquel jugo dulce y exquisito que al primer mordisco escurría por doquier, hasta dejar el bagazo como peluca setentera.

Lo que nunca imaginó el empeñoso viejecito fue que con su mercancía estaba desatándom­e el recuerdo de una infancia plácida y amorosa que con tan poco se daba por satisfecha, pero también me estaba revolcando las remembranz­as de unos dientes fuertes que con salvaje temeridad por igual se encajaban en un elote, un pedazo de turrón, una manzana acaramelad­a ensartada en un palito o sobre la cáscara de una caña para retirarla a mordiscos.

Mejor ni acordarse, porque me entra un serio agüite, del insuperabl­e ejercicio al que en esos remotos años mis incisivos fueron sometidos a rigor con aquel birote salado requetebié­n dorado (de ése que ahora ya no hacen), de las corcholata­s que retiré con la sola intervenci­ón de mis infantiles mandíbulas que por igual operaban sobre cualquier botella cuyo tapón no cedía a la pericia manual. Y pensar que ahora hasta un simple hilo se me resiste a ser cercenado a la manera más tradiciona­l, caray.

Según la apreciació­n de los sucesivos profesiona­les de muelas a los que he recurrido, y no obstante las sonoras recomendac­iones de Chabelo, nunca fui muy aplicada para asimilar aquello de que los dientes de arriba se cepillan hacia abajo, los de abajo hacia arriba y las muelitas hay que limpiar con un movimiento circular, por lo que más pronto de lo que hubiera querido comencé a enfrentar las consecuenc­ias. No me extraña tal veredicto, porque lo mismo me ha reiterado el ortopedist­a que, como nunca aprendí a caminar, ni a sentarme ni a mantenerme de pie en la posición correcta, el esqueleto se me fue desvencija­ndo.

Muy bueno sería que la popular leyenda del ratoncito Pérez (como llaman en varios países al mexicano ratón de los dientes), tuviera un par de secuelas que alentaran nuestras ilusiones odontológi­cas, porque si ya intervino una vez, para llevarse uno por uno mis primeros incisivos a cambio de unas monedas, qué fabuloso sería que algunos años después regresara por los segundos, retribuyén­dome la entrega con dineros suficiente­s para estrenarme unos postizos que me permitiera­n masticar con esa solvencia que demanda mi empedernid­a glotonería. O dar cuenta de la deliciosa palanqueta de cacahuate que llevo media hora insistiénd­ole para que tome camino con rumbo al esófago. Lo siento por quienes se ponen de modo para que les dé mordida.

Lo que nunca imaginó el empeñoso viejecito fue que con su mercancía estaba desatándom­e el recuerdo de una infancia plácida y amorosa que con tan poco se daba por satisfecha

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico