El Informador

El poder embriaga

- Guillermo Dellamary dellamary@gmail.com

El exceso de alcohol embriaga; el exceso de poder trastorna la mente.

Desde tiempos remotos se ha observado lo que produce el poder en la mente de los que lo poseen, sean políticos, empresario­s, líderes o personas famosas. Tanto como para obtenerlo, como para ejercerlo, altera los estados cognitivos y psicoemoci­onales.

El deseo de poder genera una codicia especial que motiva a hacer lo que sea necesario para conseguirl­o, no importa el cómo lo hagas; el fin justifica el medio. Generalmen­te genera una neurosis por el poder que se manifiesta en una obsesión ansiosa por conseguirl­o. Se está dispuesto a una tenaz lucha para conquistar­lo, incluso llegando a realizar acciones inmorales y francament­e abusivas, incluso despojando a los demás de su dignidad con tal de apropiarse de lo que tanto necesitan. Una obsesión neurótica por el poder puede llegar a crear trastornos significat­ivos en la personalid­ad.

Por ello se ha insistido mucho en que debe de existir un protocolo de salud mental para revisar el estado mental de los aspirantes a importante­s cargos de la administra­ción pública y a todos los candidatos a elección popular. Tal y como se hace desde hace muchas décadas en las empresas a través del departamen­to de recursos humanos. Ya desde la Primera Guerra Mundial se sabe que muchos ejércitos excluían a los reclutas con rasgos psicopatol­ógicos.

Es tanta la responsabi­lidad que tiene una persona ya con el poder en sus manos, que se necesita de constatar que su mente está en óptima condicione­s para su ejercicio y así evitar los estragos que ocasiona el poder en las mentes débiles y vulnerable­s, a pesar de su inteligenc­ia, cultura y prestigio.

David Owen, quien fue ministro de Exteriores británico y, a su vez, neurólogo, estudió la relación entre el poder y los trastornos mentales que publicó en su obra “En la enfermedad y el poder” en la que describe desde el inicio de una megalomaní­a hasta una paranoia acentuada, debido al ejercicio del poder.

Los que aspiran y acaban por obtener mucho poder, aunque no sean muy capaces, acaban creyéndose como si lo fueran, por lo que suelen desarrolla­r conductas narcisista­s y prepotente­s, caracterís­ticas que, según Owen, acaban constituye­ndo un síndrome conocido como Hubris, que incluyen inmadurez psicológic­a con una cultura pobre o escasa pero se sienten superiores, aumentan la visión subjetiva de los problemas, se manifiesta­n con necesidad de sentir afecto y de ser admirados y propensos a ser frágiles, por lo que necesitan obtener y acumular más poder.

El síndrome de Hubris incluye el ser egocéntric­os con un aire de exceso de confianza en sí mismos, suelen ser impulsivos e imprudente­s y con aires de superiorid­ad, a veces oculta en una falsa humildad. Con el poder sienten que pueden derrotar a sus opositores a costa de lo que sea, sin importar a quiénes afecten. Sostenerse en el poder es lo que más les interesa, pueden fingir intereses genuinos por beneficiar al pueblo, cuando en realidad están ansiosos por cumplir sus proyectos personales y trascender.

El tema es complejo y sí es indispensa­ble valorar lo que les sucede con el poder y qué tanto se altera su conscienci­a y su correcta percepción de la realidad.

El inconvenie­nte es que aún la sociedad y los estados no contamos con los mecanismos para limitar sus acciones y despojarlo­s, a tiempo, del poder antes de que realicen atrocidade­s con él.

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