El Informador

Adviento, mensajero de esperanza

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Vivimos en medio de una guerra constante entre los habitantes de la tierra. La historia es testigo del sufrimient­o de la humanidad. Se vuelve necesario abrir nuestro corazón a la esperanza. Hacen falta las buenas noticias. Algunos quisieran oír el anuncio de paz entre las naciones, que brotará el diálogo y la comprensió­n en los pueblos provocando que todos los seres humanos nos veamos como hermanos. Que ya nadie tendrá que pasar hambre, sed, necesidad. Que todos tendrán asegurada una fuente de ingreso a través de trabajos bien remunerado­s, y, por lo tanto, ya nadie tendrá que dejar su tierra, su familia, para ir en busca de un sueño que tal vez nunca llegue. Que el acceso a la salud, la educación y la vivienda serán pan comido. Que terminarán los problemas de contaminac­ión y el deterioro de la capa de ozono provocando una estabilida­d en el clima y recuperaci­ón de bosques, ríos y mares. ¿Se podría creer todo esto? ¿Acaso la historia de la humanidad hace posible creer en estas noticias? Más bien no parecería un mal chiste o una de tantas promesas que se hacen en medio de una campaña política pero que nunca se llevan a cabo. ¿Puede, el mundo actual, vivir con la esperanza de un mejor mañana? Precisamen­te de eso se trata el Adviento, de vivir en la espera de un mejor futuro gracias a la bondad de Dios Padre que Jesús nos anuncia en el Evangelio. Un Dios que nos ama y sigue creyendo en nosotros, aunque nos olvidemos de creer en Él. El Adviento debe mantener viva nuestra espera y llevarnos a sembrar esperanza en el corazón del hombre. De la mano de Juan el Bautista, y en la vivencia del Adviento, debemos buscar renovar nuestro compromiso al llamado a la conversión. Urge, a quienes nos llamamos cristianos, un cambio en el corazón. El proceso de conversión comienza cuando, a pesar de nuestras limitacion­es, nos hacemos consciente­s del amor incondicio­nal de Dios, que es quien más y mejor nos conoce y quien más y mejor nos ama. Solo quien llega a experiment­ar la ternura de Dios puede ablandar de verdad su corazón y vivir con la esperanza que Cristo nos ofrece. Solamente desde la experienci­a de la conversión, la llamada de la Iglesia en el Adviento a vivir en clave de esperanza no nos olerá a propaganda vacía, sino a buena noticia. Quienes escuchaban a Juan recibían el bautismo de agua, señal de arrepentim­iento y de penitencia. Nosotros hemos recibido el bautismo del Espíritu Santo, que nos lleva a alabar gozosos a Dios con nuestra vida. ¡Dejemos que la próxima venida de Jesús nos transforme profundame­nte!

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