El Informador

México apuesta por Gaza

- rrivapalac­io@ejecentral.com.mx / twitter.@rivapa Raymundo Riva Palacio

En cualquier conflicto hay dos bandos y una franja gris entre los dos que se mantiene neutral o busca la conciliaci­ón. La guerra en Gaza ha seguido esa dinámica, pero no se parece mucho a otros eventos bélicos. La polarizaci­ón fue instantáne­a, partiendo al mundo más allá de ideologías y religiones, que entre más dura la guerra más ancha se abre la fractura del conflicto más delicado en décadas, con el potencial de causar una guerra regional entre proxys de las potencias nucleares. Los antagonism­os han causado todavía más divisiones, como la que estamos viendo desde ayer, cuando México, contrario a la posición de sus socios comerciale­s Estados Unidos y Canadá, respaldó la posición palestina y junto con Chile pidió a la Corte Penal Internacio­nal en La Haya investigar la probable comisión de crímenes israelíes en Gaza.

En un comunicado dado a conocer en las redes sociales, la Cancillerí­a mexicana señaló que la acción de los dos gobiernos -la secretaria Alicia Bárcena era embajadora en Santiagoob­edece a la creciente preocupaci­ón por la última escalada de violencia israelí, en particular en contra de objetivos civiles, y la presunta comisión continua de crímenes bajo la jurisdicci­ón de la Corte. No llegaron a la postura de Bangladesh, Bolivia, Djibuti, Comoros y África del Sur, que acusaron a Israel de genocidio en La Haya, donde la semana pasada se celebraron las dos primeras audiencias del caso.

La postura de México es principist­a y se ve calculada, al limitarse únicamente a pedir la investigac­ión, sin llegar a conclusion­es. No obstante, como el abstenerse de votar en los foros internacio­nales es interpreta­do como apoyo a una posición dejando una puerta de salida, la interpreta­ción de Israel va a ser de rechazo y crítica al Gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador, y de tensión y mayores desencuent­ros en la relación bilateral.

Lo que no sabemos es si responde a una reflexión colectiva que le permitió al Presidente ver los pros y contras de esa acción, o es consecuenc­ia de un arranque emocional. La historia mexicana con Israel nos muestra que esa toma de decisión tiene consecuenc­ias si está mal tomada, como le sucedió a México cuando el Presidente Luis Echeverría ordenó al secretario de Relaciones Exteriores, Emilio Rabasa, que la resolución de las Naciones Unidos que definía al sionismo como una forma de racismo fuera votada a favor durante la Asamblea General el 10 de noviembre de 1975.

Echeverría cambió la decisión cuando ya estaba en curso la votación, y se envió un mensaje por télex -en ese entonces no había internet ni teléfonos móviles- a la Misión de México en Nueva York, que se encontraba a casi un kilómetro del pleno de la Asamblea General, por lo que el cambio de instrucció­n, para cuando llegó, ya era muy tarde, pues México ya había votado. Al día siguiente, una de las principale­s organizaci­ones judías en Estados Unidos organizó una manifestac­ión de apoyo a la que acudieron 200 mil personas, escribió en una historia de ese episodio Ariela Katz Gugenheim, del Centro de Documentac­ión e Investigac­ión Judío en México, al tiempo que el jefe de la misión norteameri­cana, Patrick Moynihan, advirtió que quienes habían votado por la resolución “sufrirían por ello”.

México entendió de lo que se trataba. El 23 de noviembre, apareció un anuncio en la edición dominical de The New York Times, que imprimía alrededor de un millón de ejemplares, donde se apelaba a “toda la gente buena” a boicotear turística y económicam­ente a México. Katz Gugenheim recordó que en dos semanas se comenzaron a sentir los efectos del boicot, con una ola de cancelacio­nes de decenas de viajes y miles de turistas que optaron por otras opciones de países en el Caribe que votaron en contra de la resolución. Echeverría buscó resolver el problema en que había metido a México buscando a los líderes de la comunidad judía y “medio disculpánd­ose” con el embajador de Estados Unidos, Joseph John Jova, aunque después comprobó que mentía, agregó Katz Gugenheim. Echeverría despachó a Rabasa a Tel Aviv, y sentó las bases para que se suspendier­a el boicot. Sin embargo, las posiciones de Echeverría contradecí­an lo que planteaba Rabasa, con lo que su puesto se había vuelto insostenib­le, y renunció antes de que lo cesaran.

En muchos sentidos López Obrador se parece a Echeverría, como en este caso, donde la ideología y la posición de ambos los ubicaron en el lado palestino. Echeverría estaba involucrad­o en el movimiento del Tercer Mundo, de las naciones que no estaban en ninguno de los bloques de Estados Unidos y la Unión Soviética, y había logrado la aprobación de la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados en la ONU. López Obrador sueña con ser líder latinoamer­icano con reconocimi­ento mundial, aunque no ha hecho nada internacio­nal de fondo, como sí hizo Echeverría.

El boicot judío a México provocó 30 mil cancelacio­nes y pérdidas por unos mil millones de dólares, alrededor de cinco mil millones de dólares a valor presente. Las condicione­s internacio­nales hoy en día son muy distintas a las que se vivía en 1975, por lo que costos económicos no figuran en el horizonte. Pero son otras pérdidas las que podría tener López Obrador. Una de las probables razones por las que pudo haber decidido tomar esta acción es la resistenci­a de Israel para extraditar a Tomas Zerón, uno de los principale­s implicados en el Caso Ayotzinapa, que le ha hecho creer que él es la clave para desenmarañ­ar la investigac­ión. Tras la petición a la Corte Penal, quizás ya no vea la extradició­n en su Gobierno.

López Obrador puso a México a jugar en el lado ético de la Historia sin ambigüedad­es ni lenguaje vergonzoso, como lo hizo en el caso de la invasión rusa a Ucrania, y con su silencio ante la dictadura de Daniel Ortega en Guatemala. Es cierto que va en sentido opuesto a Estados Unidos y Canadá, pero no sería la primera vez que un Presidente mexicano lo hiciera y saliera avante.

López Obrador puso a México a jugar en el lado ético de la Historia sin ambigüedad­es ni lenguaje vergonzoso

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