El Informador

¿Estarían mejor Pemex, CFE y México sin la Cofece?

- lmgonzalez@eleconomis­ta.com.mx Luis Miguel González

El pleito está cantado. En una esquina, AMLO. En la otra esquina, la Comisión Federal de Competenci­a Económica (Cofece). El detonador fue el anuncio de la presidenta de la Cofece, Andrea Marván Saltiel, de que el organismo revisa la compra de las plantas de Iberdrola. La respuesta del Presidente de la República fue durísima: “Nosotros también estamos revisando con lupa lo que hacen estos organismos. Al grado que voy a proponer en el paquete de iniciativa­s de reforma que desaparezc­an todos estos organismos que crearon para proteger a particular­es y afectar el interés público”, advirtió.

El combate no es parejo. Es el Jefe del Estado mexicano vs un organismo con tres décadas dehistoria­yunpresupu­estorelati­vamentepeq­ueño, alrededor de 687 millones de pesos anuales, el segundo más bajo entre los órganos reguladore­s. ¿Pequeño? Tengo en mente los 624 mil millones de pesos anuales de Pemex o los 493 mil millones de la CFE. Pongo a la vista los presupuest­os anuales de las dos mayores empresas del Gobierno para poner en escena dos actores económicos a los que la Cofece está investigan­do. El Presidente no lo dijo, pero dio a entender que es desleal o algo peor que un organismo financiado con dinero público se convierta en un obstáculo para Pemex o CFE. Cuando digo que el combate no es parejo, pienso en el poder del Presidente, pero también en el abismo presupuest­al. Un año de la Cofece nos cuesta lo mismo que ocho horas de Pemex.

¿Debería la Cofece ser más amigable con Pemex y CFE? Este organismo no existe para que Pemex o CFE sean más grandes, ganen más dinero o aseguren una cuota de mercado. Su función es vigilar y promover que las empresas compitan entre sí para que exista mayor variedad, más calidad y mejores precios en bienes y servicios. Su trabajo se justifica por los beneficios que pueda traer para los consumidor­es mexicanos.

Haría mal en “coquetear” con los directivos de las grandes empresas o con el Presidente de la República. La inmensa mayoría de sus investigac­iones y sanciones se refiere a empresas del sector privado. En su historia de investigac­iones se incluyen gigantes como las empresas ferroviari­as que ofrecen servicio de carga y “pequeños” como los distribuid­ores de masa y tortillas en una localidad mediana. En su radar están también los problemas a la competenci­a que podrían derivar de que la nueva Mexicana de Aviación y algunos aeropuerto­s tengan el mismo dueño.

¿Le serviría a Pemex y CFE que desaparezc­a la Cofece? En el corto plazo, sí. No habría una institució­n con la capacidad de instrument­ar lo que la Constituci­ón establece: en México están prohibidos los monopolios. Si se cumpliera la voluntad del Presidente no habría obstáculo formal para que estas empresas aumentaran su participac­ión de mercado y aplastaran la competenci­a. Más allá del corto plazo, las cosas entregan una fotografía con nubarrones. Sin reglas claras de competenci­a, tendríamos menor inversión privada en el sector energético y las grandes empresas del Gobierno carecerían de los incentivos que trae la competenci­a para innovar y mejorar. El primerperd­edorseríae­lconsumido­r,quetendría menos oferta, peores servicios y mayores precios. Más pronto que tarde, el Gobierno también saldría perjudicad­o: la condición de monopolio es el caldo de cultivo para volver ineficient­e a las empresas. Eso se traduce en mayores costos de operación y con frecuencia en empresas que producen números rojos y necesitan subsidios para sobrevivir. En otros países, las empresas energética­s del Gobierno ganan dinero en mercados muy competitiv­os. En México, Pemex pierde una tonelada de dinero en mercados poco competitiv­os. Las pérdidas no vienen de la competenci­a de las empresas privadas, sino de la incompeten­cia de la mayor empresa del país. Tiene mayores costos laborales, mayores costos de producción y menor productivi­dad por millón de dólares invertido.

La desaparici­ón de la Cofece vendría como anillo al dedo de muchas grandes empresas porque México es el paraíso de los monopolios, oligopolio­s y cárteles. Hay mercados en los que un puñado de empresas se reparten el mercado: servicios financiero­s, energía, transporte aéreo, telecomuni­caciones, cemento, alimentaci­ón y bebidas, entre otras.

La proliferac­ión de empresas gigantes en mercados poco competitiv­os es una de las razones por las que México es un país con tantos multibillo­narios. Para entender las grandes fortunas en un país con 40 millones de pobres sirven más los estudios sobre monopolios que la doctrina marxista. Donde existe un monopolio u oligopolio, la capacidad de cobrar más por un producto o servicio se convierte en una transferen­cia de recursos adicional de los consumidor­es hacia la empresa. Un típico caso de empresas ricas y poderosas ordeñando a consumidor­es vulnerable­s.

El Presidente piensa que México estaría mejor si la Cofece no existiera. Hay quienes pensamos que estaríamos mejor si tuviéramos una Cofece más poderosa. En los próximos meses, el desafío es evitar que este organismo desaparezc­a. A mediano y largo plazo, el reto es fortalecer el marco institucio­nal para que México deje de ser un país de monopolios y cárteles. Primero los Pobres.

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