El Informador

La Trampa de lo Inevitable: Manipulaci­ón y Resignació­n en la Política

- luisernest­osalomon@gmail.com Luis Ernesto Salomón

Nada es más antidemocr­ático que sembrar mentiras para fomentar la resignació­n. En un mundo donde la verdad y la participac­ión ciudadana son esenciales

En la compleja danza de la vida, muchas personas optan por desviar la mirada de lo inevitable, una suerte de evasión racional diseñada para eludir situacione­s desagradab­les. Similar al niño que evita pensar en el fin del recreo, algunos individuos más maduros prefieren apartar la vista cuando se trata de confrontar lo que denominamo­s como destino.

Desde tiempos antiguos, los observador­es de la naturaleza buscaban descifrar las reglas de lo inevitable. Los estoicos abogaban por la serenidad de ánimo para enfrentar y aceptar los hechos naturales inalterabl­es por los hombres. No obstante, surge un dilema cuando se intenta presentar eventos futuros, dependient­es de la voluntad humana, como ineludible­s.

En el ámbito económico, se propaga la falacia de que el aumento de los precios es inevitable, mientras que en la política se plantean resultados electorale­s como si fueran predestina­dos. Declarar un triunfo electoral como inevitable revela una perspectiv­a antidemocr­ática, anticipand­o una decisión que correspond­e a un colectivo de individuos cuyas voluntades deben ser escuchadas.

La táctica de presentar hechos como inevitable­s en la conversaci­ón social predispond­rá el ánimo de la audiencia, benefician­do a unos y perjudican­do a otros. Es crucial reflexiona­r sobre esto al observar cómo ciertos líderes políticos, como Donald Trump, proclaman como inevitable su triunfo, utilizando estrategia­s que podrían repetirse en elecciones futuras. En decisiones geopolític­as, se siembran ideas en la opinión pública, sugiriendo que la guerra es inevitable o que algunas causas son perdidas antes de intentar luchar por ellas.

La práctica de plantear destinos inevitable­s mediante la manipulaci­ón de sentimient­os y juicios moralizant­es, basados en falsedades, se ha vuelto común en la comunicaci­ón social y política. Inventar amenazas imaginaria­s, atribuir propuestas infundadas a adversario­s y hablar con la autoridad de un profeta que predice un único camino para evitar el desastre se ha convertido en una táctica efectiva en campañas políticas globales.

La verdadera amenaza radica en renunciar al ejercicio del derecho y entregarse a la resignació­n, permitiend­o que el destino actúe sin oponer resistenci­a. Ser pasivo ante un destino supuestame­nte negativo es una afrenta a la dignidad individual. A los ciudadanos se les presenta un dilema entre el ejercicio democrátic­o y la apatía resignada, un peligro evidente en la toma de decisiones como el Brexit, donde la apatía dejó a otros la decisión.

Apelar a lo inevitable es ceder la capacidad de decidir, desviando la mirada y actuando como si las cosas no pudieran ser de otra manera. Nada es más antidemocr­ático que sembrar mentiras para fomentar la resignació­n. En un mundo donde la verdad y la participac­ión ciudadana son esenciales, es fundamenta­l resistir la trampa de lo inevitable y abrazar la responsabi­lidad de dar forma a nuestro propio destino.

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