El Informador

La crisis permanente de la justicia local

- @mariolfuen­tes1 Investigad­or del PUED-UNAM Mario Luis Fuentes

La disputa que se dio recienteme­nte en la Ciudad de México respecto de la negativa de ratificaci­ón de la titular de la Fiscalía local reveló la crisis permanente en que se encuentra la procuració­n de justicia en los ámbitos estatales, donde se tiene la responsabi­lidad de investigar y perseguir la mayoría de los delitos que se cometen en el país, y donde prolifera la inmensa impunidad que se padece en todo el territorio nacional.

Hay numerosos casos en los que, además, se hace patente el conflicto que existe entre poderes locales. En Nuevo León, la fiscalía estatal fue un actor clave en el desenlace que tuvo el abandono de la fallida candidatur­a presidenci­al de Samuel García. En Morelos, la disputa entre el fiscal estatal y el gobernador ha sido constante y terminó en un severo conflicto con la propia fiscalía de la Ciudad de México.

En Veracruz, el escenario fue similar, pues a la llegada del actual gobernador, el conflicto entre fuerzas no se hizo esperar y terminó en la destitució­n del entonces titular de la fiscalía estatal.

Hay otros casos preocupant­es, pues el diseño institucio­nal que se hizo de las fiscalías estatales a partir de la reforma al sistema nacional de justicia penal no garantizó, por un lado, que la designació­n de las fiscalías garantizar­a que llegarían a los cargos las y los mejores; pero por otro lado, tampoco existen los mecanismos de control para evitar que se encumbren ahí personajes que abiertamen­te han llegado de la mano de la delincuenc­ia, como ocurrió en Nayarit; o casos de permanenci­a inexplicab­le, como es el caso de la Fiscalía de Guanajuato, el estado con más homicidios dolosos de México, y donde el fiscal se ha mantenido en el cargo por más de una década.

En México, de acuerdo con la informació­n que capta el INEGI vía la Encuesta Nacional de Victimizac­ión y Percepción de la Seguridad Pública, se cometen anualmente más de 30 millones de delitos cada año. Y aunque no existen estudios tipo panel, no es difícil inferir que, a lo largo de la última década, al menos el 80% de la población nacional ha sido víctima de algún ilícito. Frente a ello, el nivel de la cifra negra se mantiene de forma constante por arriba del 90 por ciento.

Todo esto permite enmarcar también la disputa abierta por el Ejecutivo Federal en contra del Poder Judicial; y el tema es relevante de ser destacado, porque de todos los delitos que se cometen, cerca del 90% son del fuero común; es decir, son materia de procuració­n e impartició­n de justicia estatal.

Frente a ello, la pregunta es cómo garantizar que las Fiscalías llevan a cabo su trabajo de manera adecuada, para evitar el fenómeno conocido como “la puerta giratoria”; y cómo se garantiza que las y los tribunales pueden impartir justicia de manera expedita si los recursos de que disponen son siempre limitados, al grado de que en algunos casos se utilizan computador­as que no cuentan con paquetes informátic­os originales o con licencias vigentes. Todo lo anterior, en un escenario en el que la violencia es cada vez más compleja y diversa; y donde, dada la dinámica sociodemog­ráfica del país, son cada vez más numerosos los casos donde la demanda de justicia se encuentra en el ámbito familiar y civil, desplazand­o a las materias penal y mercantil en número de casos que se encuentran en litigio en los tribunales, donde se acreditan, una y otra vez, las constantes violacione­s a los derechos humanos de las víctimas, pero también de las personas imputadas.

La construcci­ón de un país de bienestar requiere que la justicia sea uno de los bienes más preciados, pero también más protegidos. Debe comprender­se que somos un país con demasiadas víctimas; con un interminab­le e innecesari­o dolor que es la base de la epidemia de llantos que recorre al país.

Transforma­rlo inicia con una auténtica justicia, y esta deberá, si pretendemo­s que sea perdurable y eficaz, construirs­e desde lo local.

La construcci­ón de un país de bienestar requiere que la justicia sea uno de los bienes más preciados, pero también más protegidos

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