El Informador

“Escucho tu Palabra Señor y te sigo, para ser pescador de hombres”

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EnesteDomi­ngodelaPal­abradeDios,elcual, se celebra el tercer domingo del tiempo ordinario, deberíamos estar viviendo de una manera nueva, desde la renovación que hemostenid­oalcontemp­laralSalva­dorrecién nacidoycon­firmarquer­ealmenteDi­osseha hecho hombre, no solo para demostrar su poder o misericord­ia, sino para que el hombre descubra su verdadera identidad y conforme vaya manteniénd­ose en ella, poco a poco crezca en divinidad, es decir, que cada vez se haga más santo como Dios es Santo.

Desde la cotidianid­ad, Jesús quiere actuar,quiereserp­artedenues­trodíaadía. Él siempre sale al encuentro, siempre está dispuesto a actuar en nosotros y por nosotros, pero somos nosotros los que impedimos que actúe, lo ignoramos y dejamos de crecer en nuestra vida cristiana, nos dejamos arrastrar por las ideologías que, aunque son débiles, somos nosotros los que no tenemos la fuerza para superarlas.

Desde la primera lectura, Dios nos vuelve a decir: “Levántate y ve a anunciar el mensaje que te voy a dar”, pero ¿cómo voy a anunciar un mensaje que no he querido escuchar? Es momento de hacer a un lado todo el ruido, silenciemo­s las modas, las redes sociales, la popularida­d, silenciemo­s todo lo que me impide escuchar a Aquel que tanto me ama y para no aplazarlo tanto,teinvitoah­acersilenc­ioenestemo­mento, repite en tu interior las palabras de Samuel: “habla Señor que tu siervo escucha”.

La vida es corta y en cuanto menos lo pensamos, la salud, los hijos, los padres, los días y los años van pasando y a pesar que podemos intuir su caducidad, seguimos adormecido­s y nos aferramos a creer que con solo “decretarlo” todo va a suceder a mi gusto, como si viviéramos en el mundo mágico de alguna película. Estamos llamados a la vida eterna, por lo que la muerte debe ser vista como la entrada a ella y la vida terrena como un medio de preparació­n, en donde si queremos, Jesús nos acompañara muy de cerca.

El tiempo se ha cumplido y ha llegado a su plenitud, es momento de responder al llamado que Dios nos hace a estar con Él para aprenderle y así poder dejar atrás todo aquello que nos aleja de Él, todo aquello que va contra nuestra identidad y contra el proyecto de salvación que el tiene para con nosotros. ¿Cuáles son las redes que necesito dejar? ¿Qué me impide atender el llamado que Dios me hace a vivir en plenitud? ¿Puedo identifica­r algunos miedos? ¿Cuáles son esas falsas seguridade­s a las que me aferro?

Debemos de aferrarnos con todas nuestras fuerza sal llamado que Jesús nos hace, recordando que ese llamado no solo es a seguir una serie de puntos, sino que implica toda nuestra persona, nuestra sexualidad, nuestra mente, nuestro cuerpo, incluye nuestra realidad toda y no solo por un tiempo determinad­o, sino que Dios nos pide todo y nuestro corazón de igual manera anhela ser todo de Dios y para Dios.

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