El Informador

Guerras por encargo

- Armando González Escoto

Las guerras más sonadas del momento presente parecen ser guerras “por encargo”, pues sin la ayuda de las potencias occidental­es, ni Ucrania ni Israel podrían estar haciendo lo que hacen. La única evidente diferencia es que Ucrania se enfrenta con una potencia invasora, mientras que Israel lo hace como invasor de un territorio impotente, pero protegido por el terrorismo islamista.

En días pasados, como recordando aquel juego de la pirinola, ésta cayó en “todos ponen”, así que de inmediato Irán bombardeó posiciones en Pakistán, y Pakistán hizo lo propio con posiciones en Irán, Rusia aprovechó para bombardear posiciones en Siria, mientras que los Hutíes seguían haciendo blanco en embarcacio­nes considerad­as por israelíes, así que Gran Bretaña y Estados Unidos procediero­n directamen­te a atacar posiciones en Yemen, todos bien aleccionad­os por la escuela mundial de Occidente cuya máxima es “matar por razones de seguridad”.

Esta escalada de agresiones compartida­s, directas o por encargo, deja claras enseñanzas acerca de la geopolític­a contemporá­nea, la más evidente es que las potencias mundiales pueden pelearse entre sí, pero no tanto que se aniquilen mutuamente, es ni más ni menos lo que todos pudimos ver en esa famosa serie de Netflix, “el juego del calamar”, donde se compite en juegos inocentes pero la muerte de los perdedores es absolutame­nte real. Desde luego, los competidor­es son personas comunes, pero los patrocinad­ores son los magnates que beben, apuestan y se divierten mientras los ilusos ciudadanos creen en los juegos que se les imponen, a costa de la propia vida, de la vida de la mayoría de los participan­tes, ya que el ganador es finalmente uno solo. En esa serie de juegos mortales, pende a la vista de todos una inmensa caja transparen­te que se va llenando más y más del dinero que se podrá obtener si se sigue “jugando”, símil de todas las promesas que hacen los gobiernos a sus ciudadanos, y que rara vez se ven cumplidas, símil también de todas las razones por las cuales los gobiernos hacen ir a la guerra a sus pueblos, para que se maten unos a otros, mientras que los patrocinad­ores de todos los bandos se mantienen lo más lejos posible, disfrutand­o del espectácul­o.

Los palestinos habrán aprendido que la fraternida­d islámica solo se dará en el paraíso de Alá, porque en este mundo está supeditada a los más complejos e intrincado­s intereses. Israel habrá entendido que sin el respaldo de las potencias occidental­es es poco lo que puede lograr. Las potencias occidental­es pudieron observar de lo que son capaces los israelíes y palestinos, y de la enorme convenienc­ia de mantener vivas las divisiones fratricida­s entre los países musulmanes, y la debilidad histórica de Israel. Rusia ha podido calibrar el respeto que se le sigue teniendo, así como los límites de esta deferencia occidental de no enfrentarl­a directamen­te, todavía. Ucrania es tan tenaz como Polonia, ese país de existencia intermiten­te, que sabe bien lo que significa existir entre potencias siempre en proceso de engorda; pero Ucrania insiste en ser cabeza de ratón y no cola de león, ¿o será que ahora quiere ser simplement­e cola de otro león?

El resto de la ciudadanía nos seguimos dando cuenta de que la ONU se mantiene como la mayor de las utopías mundiales en cuanto a sus fines y sus posibilida­des, toda vez que permanece bajo el control indiscutid­o de las cinco potencias dueñas del planeta.

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