Decisiones radicales
Florida no es el único estado que ha creado leyes para censurar libros. En 2022, Utah aprobó la ley HB 374, que prohíbe materiales sensibles en las escuelas —incluso esto llevó a que inconformes pidieran que se retirara la “Biblia” y el “Libro de Mormón” de las bibliotecas escolares y fueran sometidos a revisión por su contenido sexual—.
En Tennessee, la ley HB 1632 permite a los padres demandar a la escuela si cuenta con libros que violen la ley de materiales apropiados para la edad, pero este año se busca que incluso aquellos que no tengan hijos puedan demandar a las escuelas que se retiren libros por su contenido sexual.
En contraste, Illinois se convirtió en el primer estado en Estados Unidos en aprobar una ley que prohíbe la prohibición de libros en bibliotecas y escuelas; se trata de la ley HB 2789, que entró en vigor el pasado 1 de enero. Mientras que en Texas y Iowa jueces impidieron a finales de 2023 que se aprobaran leyes que buscan prohibir libros que abordan temas como la orientación sexual y la identidad de género.
Preocupaciones y consecuencias Emily Hind, profesora de literatura mexicana y latinoamericana en la Universidad de Florida, también se sorprendió al enterarse que la censura había llegado a escritores latinoamericanos, pero el tema le es cercano, pues ha lidiado con ello en la escuela de su hijo: “No creo en la prohibición. Me preocupa la prohibición de libros y pienso en ello todo el tiempo. Temo por nuestra libertad intelectual y el bienestar de los profesores. Prohibir un libro en la era del Internet no funciona, es tiempo perdido”.
Santana-Acuña agrega que la censura de libros es consecuencia de la radicalización: “El discurso se está yendo al lado neoconservador en el que se trata de prohibir todo aquello que se aparta de la mal llamada ‘normalidad’, en un país que está en proceso de cambio social”.
“El país batalla con el movimiento de extrema derecha y las ideas hostiles de la izquierda. El punto en el que las ideas dejan de ser de derecha para ser de izquierda ya no es claro”, concluye Emily Hind.