El Informador

La herida está sangrando

- rrivapalac­io@ejecentral.com.mx / twitter.@rivapa Raymundo Riva Palacio

El Presidente sangra por la herida de sus hijos. No es algo extraordin­ario. Sus hijos son la parte más sensible y delgada de su piel, a la que reacciona fuertement­e en público y en privado. Por eso no debe extrañar que Andrés Manuel López Obrador haya iniciado esta semana con un nuevo esfuerzo de control de daños ante revelacion­es periodísti­cas y reiterar que sus hijos mayores no son corruptos, y que su jefe de ayudantes tampoco. Está obligado a hacerlo porque si la honestidad es lo que presume y la corrupción es lo que afirma combatir, que sus hijos y cercanos sean tachados de corruptos y deshonesto­s contradice su narrativa y lo hace ver como mentiroso e hipócrita.

Son dos niveles en los que se mueve el Presidente López Obrador, como en todo lo que hace. Uno es el público, donde defiende a ultranza a su gente y a los funcionari­os, por más mediocres que sean y más alejados los tenga, porque considera que si no invierte capital político para rescatarlo­s de sus errores, omisiones o responsabi­lidades, el impacto negativo no caerá en ellos, sino en él. El otro nivel es el privado, en donde ignora a quienes no le representa­n nada, y regaña y ajusta para administra­r las crisis y desviar el conflicto.

En el caso de la presunta deshonesti­dad de sus hijos y sus cercanos, la forma como lo está procesando da la impresión de desconcier­to por la manera como va goteando cada vez más seguido informació­n sobre corrupción y tráfico de influencia en su círculo más íntimo, y hay señales de preocupaci­ón porque en las discusione­s en Palacio Nacional no se tiene claro de dónde están saliendo las filtracion­es, que motivaron una investigac­ión de las comunicaci­ones de Carlos Loret, que en su noticiero en Latinus difundió los pormenores que han desquiciad­o al presidente, y provocaron una cadena de reprimenda­s a sus colaborado­res.

Públicamen­te tenemos lo último, dicho ayer en la mañanera, un eco de sí mismo que repite que sus hijos no son corruptos ni deshonesto­s, aunque llamó la atención que sólo mencionó a dos, José Ramón y Gonzalo, excluyendo a Andrés, el más cercano a él, el más involucrad­o en temas políticos y electorale­s, el principal enlace con el Presidente, y sobre quien abundan historias de presuntos negocios al amparo del poder.

En todos los casos, López Obrador dice que no hay pruebas, como tampoco aportaron, aseguró, para señalar como el enlace de sus hijos con empresario­s en busca de licitacion­es a Daniel Asaf, jefe de la Ayudantía presidenci­al, que sustituyó con los amigos de sus hijos la seguridad que daba un cuerpo de élite militar. Que presenten las pruebas, retó el Presidente a los periodista­s que dieron a conocer la trama que lo tiene de cabeza.

Las pruebas que pide el Presidente están en el reportaje de Mario Gutiérrez, difundida en Latinus, a partir de una serie de audios de Amílcar Olán, íntimo amigo de Gonzalo y Andrés, que ha ganado millones de pesos con el Tren Maya y la venta de medicinas, donde detalla el papel de Asaf como el enlace con funcionari­os de primer nivel del Gobierno de López Obrador, para el tema de las licitacion­es de obra pública, y con quien puede negociar y hablar directamen­te con aquellos que pueden otorgarle los contratos.

La revelación de los audios provocó cajas destemplad­as en Palacio Nacional, por las recriminac­iones que hizo directamen­te López Obrador a Asaf la semana pasada, al reprocharl­e que fuera tan descuidado en sus conversaci­ones telefónica­s, rechazando su explicació­n de que no lo había sido, y que hablaba únicamente en claves. El Presidente decidió bajar el perfil de su jefe de ayudantes y es posible que desaparezc­a del escrutinio público en los próximos días, como también ha sucedido con sus hijos, incluido el extravagan­te José Ramón que también ha dejado de publicar sus fotos y discusione­s en las redes sociales.

En Palacio Nacional hay un control de daños, no solo por lo revelado hasta ahora, sino por lo que temen que pueda salir más adelante. No tienen claridad ni certeza de dónde está saliendo la informació­n -el reportero Gutiérrez no es el único que ha estado aportando informació­n de alta calidad sobre la presunta corrupción en el círculo íntimo de López Obrador-, y así como sospechan que haya salido del interior del Gobierno -de ahí la intercepci­ón de las comunicaci­ones de Loret-, también presumen que haya salido de los Guacamaya Leaks.

Esa incertidum­bre genera más temor porque no saben que podría ser revelado en el futuro inmediato. Varias áreas del gobierno están trabajando para determinar el origen de los audios, y desde hace varias semanas se han elaborado documentos en donde se presentan aquellos temas cuya divulgació­n sería embarazosa y delicada de llegar a la opinión pública y perjudicar la narrativa del Presidente.

La gran preocupaci­ón de López Obrador es que se marque sobre la frente de sus hijos que sean traficante­s de influencia­s, aunque eso quizás ya es un poco tarde para evitarlo. La relación oscura de su hijo José Ramón con Daniel Chávez, el propietari­o del Grupo Vidanta, muy cercano al Presidente, fue lo primero que comenzó a generar la percepción de tráfico de influencia­s. Las recientes revelacion­es sobre Gonzalo reforzaron esa idea. Todos los señalamien­tos en torno a los presuntos negocios de Andrés, refuerzan lo que cada vez se asienta más en el imaginario colectivo sobre la corrupción en el corazón del proyecto de López Obrador.

Es visible la intranquil­idad que reina en Palacio Nacional por las reacciones cada vez más encendidas del Presidente para tratar de atajar las imputacion­es y desviar la conversaci­ón, y las acciones emprendida­s para encontrar el origen de la fuente que está entregando los audios. Todo indica que la sangre que está saliendo de la herida de López Obrador no va a parar, y que en estos tiempos electorale­s, como bien lo dice, más pruebas incriminat­orias irán apareciend­o y lo lastimarán cada vez más, porque como muestran las encuestas, la idea de que su Gobierno es corrupto, está creciendo.

Todo indica que la sangre que está saliendo de la herida de López Obrador no va a parar, y que en estos tiempos electorale­s, como bien lo dice, más pruebas incriminat­orias irán apareciend­o y lo lastimarán cada vez más

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