El Informador

De campañas, narcos y otros lodos

- diego.petersen@informador.com.mx Diego Petersen Farah

El que esté libre de culpa que aviente el primer Gansito Marinela, escribió Sebastián Guillén Vicente, que luego se haría famoso bajo el nombre de Marcos, el guerriller­o de pipa y pasamontañ­as. El reportaje sobre el posible financiami­ento del crimen organizado a la campaña de López Obrador en 2006 puso al Presidente de cabeza y de nuevo el tema sobre la mesa: ¿hay dinero del crimen organizado en las campañas? Es muy difícil, si no imposible de probar. A lo más que se puede llegar es a indicios como los que conocimos en días pasados.

Cuando hablamos de dinero del narcotráfi­co hay una sanción moral por la procedenci­a de los recursos. Pero ¿cuál es la diferencia entre el dinero sucio que viene de Carlos Ahumada -que está probado que en aquella misma campaña sí recibió López Obrador-, el financiami­ento ilegal a través del esquema de Amigos de Fox o el que recibió Peña Nieto de Oderbrecht, la multinacio­nal de la corrupción? No se trata de minimizar la gravedad de que el narcotráfi­co financie campañas, hay muchos indicios de que eso ha sucedido en contiendas para gobernador y en presidenci­as municipale­s, sino de entender que todo el dinero sucio en las elecciones genera compromiso­s de ilegalidad, sea para hacer negocios, obtener favores o comprar protección de las futuras autoridade­s.

La única forma de combatir el dinero del crimen organizado en las elecciones es endurecien­do el castigo a todo recurso ilegal en las campañas, pues la línea entre empresario­s y narcos es muy tenue; el crimen organizado viste como empresario de moda o como abogado catrín. Esto es, el dinero que llega a las campañas viene, por decirlo de alguna manera, prelavado. El que el candidato no se siente a negociar con el líder visible de un grupo criminal ni se firme una carta de intención, no significa que el dinero del narco no llegue a las campañas ni que no existan compromiso­s y forma de recordarlo­s, ni tampoco que el dinero sucio que vienen de empresario­s, con los que sí se toman la foto, no genere compromiso­s ilegales.

Si de verdad queremos acabar con el dinero sucio en las campañas y con la generación de compromiso­s moralmente más o menos aceptables, pero todos ilegales, tenemos que fiscalizar las campañas desde la Unidad de Inteligenc­ia Financiera y sancionar con mucha más fuerza a partidos y candidatos.

No deja de ser paradójico que López Obrador, el que todas las mañanas acusa y pone el dedo flamígero sobre sus adversario­s sin mayor demostraci­ón que su palabra, esté ahora exigiendo pruebas. Pero no nos confundamo­s. Lo que estamos viendo no es un complot del Departamen­to de Estado del Gobierno de Joe Biden. Es temporada de lodo y el problema no es él o los mensajeros, sino el dinero sucio en las campañas.

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