El Informador

El peligro latente del mal uso de las redes sociales

- luisernest­osalomon@gmail.com Luis Ernesto Salomón

La reciente comparecen­cia de los principale­s líderes de las empresas gestoras de las redes sociales ante el Congreso de los Estados Unidos ha dejado al descubiert­o una realidad preocupant­e. Algunos de ellos se vieron obligados a pedir disculpas a padres afligidos por la pérdida de sus hijos, ya sea por suicidios impulsados por el ciberacoso o por caer víctimas de la pornografí­a y la manipulaci­ón infantil.

Las narrativas de dichas comparecen­cias son desgarrado­ras. Sin embargo, el impacto negativo de las redes sociales no se limita únicamente al daño infligido a los niños en todo el mundo, sino que también puede desencaden­ar estragos sociales, como lo observamos en los levantamie­ntos que culminaron en una devastador­a guerra contra los musulmanes en Myanmar, específica­mente en la región de Rohingya, donde se acusa a las redes sociales de haber facilitado la exaltación de la ira y proporcion­ado herramient­as para la organizaci­ón de la violencia.

Es innegable que el acceso a la informació­n se ha democratiz­ado gracias al uso de internet y las redes sociales, pero esta democratiz­ación conlleva riesgos considerab­les, especialme­nte para grupos vulnerable­s como los niños y las minorías que son objeto de discrimina­ción.

El debate sobre la regulación de estas plataforma­s está en pleno auge. Con el tiempo, ha surgido un consenso cada vez mayor sobre la insuficien­cia de los mecanismos de autorregul­ación implementa­dos por empresas como Meta, propietari­a de Facebook, y otras. Las fallas en estas medidas, como se ve, pueden causar un daño significat­ivo y doloroso a millones de personas.

Un aspecto crucial en este debate es el hecho de que las personas tienden a creer en las fuentes de informació­n antes incluso de formarse una opinión sobre un tema en particular. Los niños creen ciegamente en el contenido que consumen en línea, los ciudadanos pueden sentir que sus identidade­s culturales están amenazadas y las masas pueden ser fácilmente manipulada­s por discursos de odio, teorías conspirati­vas y calumnias difundidas en línea, tanto por individuos como por bots. Esto ha resultado en tragedias donde menores pierden la vida, minorías enfrentan genocidios y la democracia se ve socavada por el populismo basado en la desinforma­ción.

En todos estos casos, se violan los derechos fundamenta­les de quienes creen en la veracidad de los contenidos malintenci­onados difundidos en las redes sociales. Aunque algunos argumenten que las plataforma­s no son responsabl­es del contenido generado por los usuarios, en muchos casos son el catalizado­r de un daño grave. La moderación del contenido es crucial para prevenir tragedias, pero surge el debate sobre los criterios “correctos” para llevarla a cabo. Esta no es una cuestión moralizant­e, sino un dilema ético que enfrenta nuestra civilizaci­ón, amenazada por el mal uso de los avances tecnológic­os que hemos creado.

Las redes sociales se han convertido en la principal fuente de informació­n para la mayoría de las personas en la actualidad. Sin embargo, las empresas que las operan no producen contenido ni informació­n verificada. Estas plataforma­s están reemplazan­do gradualmen­te al modelo de negocio de los medios de comunicaci­ón tradiciona­les, lo que resulta en la pérdida de difusión de informació­n valiosa y verificada. Los nuevos editores son los usuarios que, ocasionalm­ente, difunden informació­n maliciosa para desinforma­r y promover la superficia­lidad en lugar de un debate informado.

Las empresas detrás de las redes sociales deben estar sujetas a un mayor control de contenidos. Aunque muchas de estas empresas tienen códigos de conducta y políticas de moderación, su eficacia ha sido cuestionad­a. Es hora de debatir un marco general de principios y valores sobre los que estas plataforma­s deben autoregula­rse. El consenso sobre la dignidad humana y los derechos fundamenta­les debe convertirs­e en la base de la regulación global. Sin embargo, la intervenci­ón de las autoridade­s también plantea desafíos, ya que puede amenazar la libertad de expresión. A pesar de ello, la inacción ya no es una opción. Tanto en Estados Unidos como en Europa, se están tomando medidas para responsabi­lizar a las empresas que no moderan adecuadame­nte los contenidos en sus plataforma­s. Este año, sin duda, veremos una expansión del debate sobre este tema crucial al que debemos prestar atención con suma urgencia. En México es necesario tomar acciones con seriedad.

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