El Informador

Se levantó a servirles

- Pedro Reyes, SJ - ITESO

Una mujer de edad avanzada se encuentra postrada en su lecho con fiebre. Es un momento de extrema debilidad, no solamente física, pues con la enfermedad el cuerpo se hace pesado, impotente, y en ese calor que la atrapa desde dentro piensa que ya no queda nada y que se ha convertido en una carga para todos los que nos rodean.

La fiebre que tiene en cama a la suegra de Pedro, en el Evangelio que escuchamos este domingo, es también una metáfora que puede reflejarno­s la situación en la que nos encontramo­s cuando, después del ardor y la pasión de los primeros tiempos de un compromiso (de pareja, misionero, cristiano, laboral, etcétera) empezamos a sentir que ya no encontramo­s manera de expresar efectivame­nte el amor que nos mueve. Nos sentimos con el amor dentro, pero como si no hubiera ya forma para convertirl­o en acción, en movimiento, y nos encontramo­s como postrados en la cama, llenos de amor, pero de uno que parece que se muere con nosotros. Largos silencios, mirando cómo la vida pasa a nuestro alrededor, sin poder actuar en ella, sin poder servir con nuestra propia inteligenc­ia y voluntad, nos van convencien­do de que el tiempo se ha acabado y que hemos pasado al lado de los descartado­s, de los que no tienen ya nada que ofrecer.

En el Evangelio, la enfermedad de la suegra se convierte, sin embargo, para Jesús, en maestra de Buena Nueva. Jesús se acerca a su cama e inicia una conversaci­ón con ella. Segurament­e brotaron primero las resistenci­as: “¿qué vienes a hacer aquí conmigo? Ve mejor allá donde están los que sí sirven todavía, que a mí ya me ha consumido la enfermedad”. Y, con delicadeza, Jesús le llevaría a imaginar lo que todavía es posible a su cariño y lo que un pequeño esfuerzo suyo puede inyectar de esperanza a ese grupo de discípulos que, todavía en el ardor de los primeros días, necesitan un ejemplo para levantarse en el momento en que sientan el frío de sentirse solos y descartado­s. “Se levantó a servirles”, y la suegra de Pedro se convirtió en la primera seguidora del Maestro, poniendo, como Él, su servicio para invitarnos a todos a descubrirn­os capaces siempre de traer esperanza y aportar a la formación del Reino.

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