El Informador

Cuando la existencia divina se acerca a la existencia humana

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En el Evangelio de este domingo, se nos presenta como es un día normal en la vida de Jesús. Curaba enfermos, predicaba, visitaba los pueblos, liberaba endemoniad­os, etc. Literalmen­te una larga jornada, en la que Él llevaba a cabo su misión: la salvación de la humanidad. En las tres escenas que se nos presentan obtenemos enseñanzas para saber cómo participar de esta obra de salvación.

En la primera escena tenemos la curación de la suegra de Simón Pedro, quien sufre de fiebre y la sana Jesús. La situación de la suegra es como la de Job, en la primera lectura, que describe las noches de dolor que se le han asignado a la humanidad. Esto es inevitable para la existencia humana, por ello es necesaria la llegada de la existencia divina, en Jesús. Hay que poner atención en los verbos que se utilizan: “se acercó, la tomó de la mano y la levantó”. Por ello, dada nuestra incapacida­d de vivir una vida plena por la experienci­a del dolor, es una buena noticia que quien sí la puede dar se acerca a nosotros y nos toma, nos toca, tiene intimidad con nosotros. Es precisamen­te la lejanía de Dios la que provoca ese mal del que no podemos escapar. Y nos levanta. Quien tiene la experienci­a de Dios en su vida se siente levantado, tiene una nueva vida y nos ofrece un adelanto de la resurrecci­ón al final de los tiempos.

En la segunda escena, similar a la semana pasada, Jesús expulsaba a los demonios. En ello, se ve reflejado como Jesús saca todo lo que no es digno de nuestra naturaleza: los vicios, los engaños, la mentira, los rencores, etc. Ni siquiera los deja hablar, aunque digan algo de verdad. Aquí cabe recordar lo que nos ha enseñado el Papa Francisco en múltiples ocasiones: “Con el diablo no se dialoga”. Que no quede por nosotros, para dejar actuar a Jesús, lo primero es estar atento a las pequeñas tentacione­s y cortar, no entrar en diálogo.

Y, por último, ¿de dónde le viene a Jesús esa fuerza? De la relación cercana con su Padre en la oración. Se repite el verbo, “se levantó” y se fue a orar en solitario. Y es esencial en el levantamie­nto a la vida nueva, el levantarse para entrar en relación con Dios. Lo hizo el maestro, con mayor razón los discípulos. De ahí la necesidad para tener la fuerza que nos impulsa a ser como Jesús y cooperar con su obra redentora. Sólo por la oración cercana con Dios, San Pablo puede expresar con seguridad: “¡Ay de mí si no Evangelizo!

Los invito a recordar estos tres verbos el día de hoy: ser levantado, acercarse y orar. Un itinerario que todo cristiano debe adoptar en su vida para vivir planamente y coherentem­ente su fe. Pidámosle a Dios este domingo que nos conceda dejarnos levantar, con eso, que hoy nos cambie en algo, que por pequeño que sea, será seguro un cambio significat­ivo y mejor. Buen domingo.

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