El Informador

Ramírez Cuevas y el Principio de Peter

- rrivapalac­io@ejecentral.com.mx / twitter.@rivapa Raymundo Riva Palacio

Jesús Ramírez Cuevas, vocero presidenci­al y jefe de la maquinaria de propaganda y la fábrica de mentiras de Andrés Manuel López Obrador, pareció llegar finalmente al nivel de su incompeten­cia. La realidad lo trae de piñata mostrando su incapacida­d para impedir que un torrente de noticias negativas peguen directamen­te a su jefe. Ramírez Cuevas está viviendo días aciagos, al quedar al descubiert­o que sus talentos para la difamación y la diseminaci­ón de verdades alternas no suplen a una política de comunicaci­ón. Habría que decir, en abono al vocero, que al Presidente tampoco.

Es cierto que la tarea de Ramírez Cuevas para evitar que la realidad golpee con tanta fuerza en Palacio Nacional es monumental, porque las capacidade­s y habilidade­s del Presidente son limitadas y se enoja fácilmente. Pero Ramírez Cuevas, que ha alimentado el discurso de odio y fomentado el linchamien­to y ataques a actores políticos, sociales y agentes económicos, es responsabl­e, cómplice y culpable a la vez de esa estrategia. Su problema, y el de su jefe, es que el modelo está bastante desgastado y carece de recursos para renovarlo.

Lo vimos en el reciente diálogo que sostuvo el Presidente con Jorge Ramos, conductor del principal noticiero de Univisión. Desde que se registró para asistir, Ramírez Cuevas y su equipo le prepararon al Presidente tarjetas para los temas que esperaban preguntara, sobre todo la seguridad, que ha sido recurrente en el interés de Ramos cuando acude a Palacio Nacional. López Obrador quería tener todo bajo control y salir airoso de su inevitable interacció­n, que terminó en un desastre.

La solidez retórica de Ramos, apoyada con datos sobre los homicidios dolosos durante el Gobierno de López Obrador, que han superado los registrado­s en todos los sexenios anteriores, acorraló al Presidente que al querer evadir la realidad se hizo bolas, y al no poder argumentar que era falso lo que mostraban las estadístic­as de su propio Gobierno. El trabajo de Ramírez Cuevas para evitarlo fue un desastre, continuand­o con una serie de fracasos cada vez más frecuentes.

López Obrador le había llamado la atención días antes por la informació­n negativa sobre las acciones de Gobierno en Acapulco, y la explicació­n de que era culpa de la gobernador­a de Guerrero, Evelyn Salgado, porque no se coordinaba con las autoridade­s federales. Tampoco había podido neutraliza­r el daño y cambiar la conversaci­ón con sus granjas digitales que trabajaron intensamen­te para evitarlo, porque como le tuvo que reconocer a López Obrador, no pudieron revertir las cosas. Esto está siendo la constante de las últimas semanas.

Sus granjas, los merolicos decadentes en las mañaneras, y los periodista­s de nombre a sueldo en diversos periódicos y plataforma­s digitales, tampoco fueron capaces de frenar la avalancha de informacio­nes y opiniones en torno a la publicació­n en medios internacio­nales de presunto financiami­ento del Cártel de Sinaloa a las campañas presidenci­ales de López Obrador en 2006 y 2010, que le ha causado una enorme preocupaci­ón al Presidente, que teme que su nombre sea utilizado electoralm­ente en Estados Unidos.

López Obrador le pidió a Ramírez Cuevas un informe de los alcances que pudieran tener los trabajos publicados en Estados Unidos, equivocánd­ose ambos, el que pidió y el que hizo, que el problema de fondo no era el mensajero, sino quien le envió el mensaje. No han trascendid­o las conclusion­es de Ramírez Cuevas, aunque no podrán ser adecuadas porque partió de una base tan equivocada, como López Obrador señalando al Departamen­to de Estado norteameri­cano, no al de Justicia, como la fuente original de las investigac­iones.

En todo caso, no se puede esperar mucho de Ramírez Cuevas. Quedaron muy claros sus alcances y ligereza cuando se hizo público que habían hackeado los servidores de la Presidenci­a y los datos personales de decenas de periodista­s mexicanos y extranjero­s que han acudido a las mañaneras a lo largo del sexenio fueran expuestos en las redes sociales. El vocero le dijo al Presidente que era producto de los Guacamaya Leaks, por lo que López Obrador acusó de ello a sus “opositores”. Días después Ramírez Cuevas tuvo que admitir que habían sido extraídos de la cuenta de un ex funcionari­o de su área en Palacio Nacional que nunca dieron de baja, mostrando la carencia de protocolos de seguridad con informació­n sensible de la oficina presidenci­al, al tiempo de contribuir con esa gran falla al reforzamie­nto de que el Presidente delira.

Todo esto pasa sin que suceda nada en Palacio Nacional. Nadie paga ahí por nada, sin importar la gravedad, lo que en el caso de Ramírez Cuevas es más delicado porque es él quien influye más en López Obrador, fuera de su familia, en su tarea de destrucció­n. Todas las noches se reúne con el Presidente para diseñar la mañanera del día siguiente. Ahí traman la estrategia de ataques y difamacion­es, preparan los materiales contra quienes van a denostar, y que al día siguiente, al término de la reunión del gabinete de seguridad, terminan de afinar ellos mientras caminan los dos al Salón de la Tesorería, donde se escenifica el espectácul­o cotidiano.

Todo este poder está en manos de una persona llena de prejuicios y resentimie­ntos, vileza y ruindad, que se reproduce en la pluma de sus esbirros en la prensa y las redes sociales que reflejan sus complejos y necesidad de venganza. Pero para el Presidente, en términos de toma de decisión es peor, porque no recibe informació­n de calidad, sino que parte de creencias y análisis superficia­les, empapadas de teorías conspiraci­onistas que su jefe, que de eso se nutre, lo traduce en la mañanera en forma exponencia­l.

Ramírez Cuevas le fue altamente funcional a López Obrador porque la maquinaria de propaganda y mentiras le ayudó a construir su narrativa. Pero al ir perdiendo efectivida­d, sin una política de comunicaci­ón que nunca construyó, sus problemas se irán acumulando. El sexenio se está acabando y Ramírez Cuevas tiene rendimient­os decrecient­es que están afectando a López Obrador, porque la maquinaria de odio y destrucció­n que construyó se está quedando sin poder para defender al Presidente y defenderse a sí mismo.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico