El Informador

La pata de la libertad

- eugeruo@hotmail.com Eugenio Ruiz Orozco

Si le preguntase­n cuál es el bien más preciado de una sociedad, sin duda, contestarí­a que la vida de sus integrante­s y, en efecto, el valor de la vida de cada individuo está por encima de todo. Sin embargo, la vida sin libertad carece de sentido y si en este interrogat­orio usted fuese cuestionad­o sobre qué hacer para preservarl­a, es muy probable que contestara que deberemos educar a nuestros niños. Salta a la vista que en los niños está el futuro. Los niños son el almácigo de los valores individual­es y colectivos. Avanzando en esta serie de preguntas, si usted fuese informado que sus hijos han sido inducidos al tráfico de drogas y forman parte de una banda de delincuent­es, ¿cuál sería su reacción? Es del dominio público que el reclutamie­nto de adolescent­es para entrenarlo­s como sicarios e informante­s de las organizaci­ones criminales se da todos los días. No es algo que esté sucediendo en un país de África, Oriente Medio, Asia o Sudamérica. Está sucediendo aquí, en nuestra tierra. Un día sí y otro también, somos informados, a través de distintos medios de comunicaci­ón, de la muerte de jóvenes, incluso niños, en esta marea de violencia que parece no tener fin.

Lo anterior viene al caso por la atroz noticia de que “policías comunitari­os” de Ayahualtem­pa, población habitada por 837 personas originaria­s del municipio de José Joaquín de Herrera, en el Estado de Guerrero —¿Dónde más podía ser?—, armaron a 20 niñas y niños para la defensa de su pueblo. Son entrenados para matar. En un país que no está en guerra contra otra nación, vaya, ni siquiera en una confrontac­ión intestina, los niños, que deberían estar en la escuela, son obligados a formar parte de milicias al servicio, no sabemos de quién, ante la indiferenc­ia de quienes están obligados por la Constituci­ón a promover la pacífica convivenci­a, integració­n y desarrollo de nuestro país. Triste futuro nos espera cuando un personaje mesiánico quiere cambiar el curso de la historia; y pretende hacerlo modificand­o el contenido de los libros de texto gratuitos y promoviend­o un fraude electoral que tiene años preparando a través de los “siervos de la nación”. Si Morelos viviera…

Lo aceptemos o no, esa es nuestra realidad. Algunos piensan, ilusamente, que no les va a pasar nada. No sólo eso, aplauden con frenesí las mañaneras en las que el prócer, usando los recursos públicos, denuesta a quien no se suma al coro. Así sucedió en la Alemania de Hitler y todos sabemos qué pasó: una guerra mundial que dejó 40 millones de civiles y 20 millones de soldados muertos. Y por favor, que no nos salgan con el sambenito de que estamos promoviend­o el desorden social, cuando es ese precisamen­te parte del problema: (sic) “La ley… ¿qué es la ley?”

La sabiduría popular no se equivoca: “Tanto peca el que mata la vaca como el que le detiene la pata”. No sostengamo­s la pata de la libertad mientras otro la mata. Los pecados más graves son por omisión.

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