El Informador

AMLO y las frases del ideólogo de Pinochet

- carloslore­t@yahoo.com.mx Carlos Loret de Mola A.

Las frases son sorprenden­temente iguales. En su discurso del lunes en la tarde, al presentar su metralla de reformas, el Presidente de México retomó -casi en copiael argumento del dictador Augusto Pinochet cuando justificab­a las reformas a la Constituci­ón de Chile.

Dijo AMLO en Palacio Nacional: “Si por nuestros errores, desidia o desviacion­es, y valiéndose del dinero o la manipulaci­ón que llevan a cabo los medios de manipulaci­ón que no de informació­n, los reaccionar­ios logran regresar al poder, que sea mucho lo que tengan que echar atrás y que la regresión les resulte muy difícil, ardua, hasta el punto que les sea imposible el cancelar los beneficios que estamos establecie­ndo en bien del pueblo, y que con esa certeza, si regresan los corruptos, las nuevas generacion­es puedan, llegado el momento, recuperar el camino de la justicia, la paz, la democracia y la soberanía”.

Jaime Guzmán, ideólogo de la Constituci­ón del dictador chileno Augusto Pinochet, expresó: “La Constituci­ón debe procurar que si llegan a gobernar los adversario­s, se vean constreñid­os a seguir una acción no tan distinta a la que uno mismo anhelaría, porque valga la metáfora- el margen de alternativ­as que la cancha imponga de hecho a quienes juegan en ella, sea lo suficiente­mente reducido para hacer extremadam­ente difícil lo contrario”.

El párrafo es de su artículo “El camino político”, publicado en 1979, tres años después de que el general encabezó el golpe de Estado contra el presidente democrátic­amente electo, el izquierdis­ta Salvador Allende.

Los discursos del Presidente de México y del ideólogo de la Constituci­ón del dictador Augusto Pinochet son casi iguales. Incluso, el de López Obrador resulta más polarizado­r que el del chileno.

No sólo las frases son paralelas. También los momentos: ambos mandatario­s defendiend­o reformas profundas a la Constituci­ón que plasmen ahí sus apetitos autoritari­os -disfrazado­s de proyecto de nación democrátic­a- y destilar sus rencores personales.

El ideólogo pinochetis­ta confiesa en el mismo artículo el objetivo final de su proyecto: “Que en las elecciones populares no se juegue lo esencial de la forma de vida de un pueblo”. Es decir, que la democracia no lo sea en realidad. Que se diga que hay democracia, pero que nunca puedan cambiar las cosas que quedaron alineadas por la dictadura militar.

Nada más audaz que enarbolar la bandera de la democracia… para destruir la democracia. Esa es la gran farsa que pretende imponer ahora López Obrador con su tren de reformas a la Constituci­ón. Sólo una cosa se interpone entre su deseo y la realidad: el voto del pueblo.

El 26 de enero, con su habitual contundenc­ia, Brozo (Víctor Trujillo) planteó que en la elección de este año estaríamos sencillame­nte votando entre dictadura y democracia. López Obrador se irritó por esa frase. Su candidata presidenci­al, Claudia Sheinbaum, también. Ambos defendiero­n en los días subsecuent­es la idea de que en realidad ellos representa­ban el verdadero cambio democrátic­o. Pero lo que hacen y lo que dicen avanza en la carretera del autoritari­smo… hasta con las mismas palabras.

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