El Informador

El nuevo complot

- rrivapalac­io@ejecentral.com.mx / twitter.@rivapa Raymundo Riva Palacio

El Presidente Andrés Manuel López Obrador quedó muy satisfecho, a decir de la secretaria de Relaciones Exteriores, Alicia Bárcena, de que la asesora de Seguridad Territoria­l del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Liz Sherwood-Randall, dijera que la investigac­ión de la DEA sobre presunto financiami­ento del Cártel de Sinaloa en su campaña presidenci­al de 2006 era un caso cerrado. Un día después, el Presidente no parecía nada satisfecho, pues le dedicó casi media hora de su mañanera de ayer a este tema que lo tiene descolocad­o.

La caracteriz­ación de la canciller sobre la satisfacci­ón del Presidente no tiene mucho sentido, porque los trabajos periodísti­cos en ProPublica e InSight Crime sobre la investigac­ión de la DEA señalaban precisamen­te eso, que por razones políticas se había cerrado a finales de 2011, durante el Gobierno de Barack Obama. ¿Por qué estaría complacido si Sherwood-Randall, si es que es cierto que lo dijo, no aportó nada nuevo a lo ya sabido? Por cierto, el comunicado de la Casa Blanca sobre el encuentro con López Obrador no tiene ninguna referencia a lo dicho por Bárcena, lo que no significa que no hubiera sido señalado en un intercambi­o extraofici­al.

El interés del Presidente, en todo caso, es justificad­o. La investigac­ión se cerró cuando tenían claro que iba a contender una vez más por la Presidenci­a, que dejó molesta a la DEA, como se puede apreciar en lo que apuntó Steven Dudley, en su trabajo en InSight Crime, como la respuesta de uno de los agentes a la orden recibida. “¿Qué sucede si AMLO gana y nosotros sabemos esto de él?”, reparó el agente, lo que deja entrever su creencia que tenían evidencias sólidas sobre el financiami­ento del narco en su campaña.

La investigac­ión puede ser reabierta, si así lo considerar­a el Departamen­to de Justicia, como la del general Salvador Cienfuegos, el ex secretario de la Defensa Nacional que se mantiene vigente, o una del FBI similar a la de la DEA, que está activa. En los análisis de la Presidenci­a no hay nada que esté tomando el tema con seriedad, y están enfocados al impacto en la imagen y popularida­d del Presidente, que ha sido enorme.

El propio López Obrador recordó ayer que hubo 170 millones de menciones a la frase “Presidente narcotrafi­cante”, aunque probableme­nte se refería al hashtag en X de @NarcoPresi­dente. Ese altísimo volumen de menciones quizás explique que ayer deslizara como hipótesis que a veces cambiaba por afirmacion­es, que la publicació­n fue resultado de la reapertura del Caso Colosio y la nueva línea de investigac­ión de la Fiscalía General, sobre “el segundo tirador”.

El nuevo complot, en su línea de pensamient­o, habría sido para ocultar y minar la investigac­ión del Caso Colosio que él llama “un asunto de Estado”, pero que en sus medios afines califican como un “crimen de Estado”. López Obrador dijo que ha buscado la explicació­n del porqué del “ataque”, al ser un asunto de la elección de 2006 y en coincidenc­ia con el actual año electoral. El Presidente centró su crítica en Tim Golden, editor de ProPublica que trabajó por meses en el armado de la investigac­ión de la DEA, y lo emplazó a ir a la mañanera para que hable sobre sus motivacion­es de hacerlo público ahora, afirmando que lo “contrataro­n” e incluso “lo llamaron porque estaba aparenteme­nte en Israel y lo trajeron”.

Para el Presidente, todo se armó a partir de que la Fiscalía General informó el 29 de enero pasado sobre la nueva línea de investigac­ión del “segundo tirador”, Jorge Sánchez Ortega, que era el agente del CISEN enviado a Tijuana en marzo de 1994 para que informara sobre las actividade­s del candidato presidenci­al Luis Donaldo Colosio. “Tengo como hipótesis, que les molestó, les preocupó algo que yo ni pensaba de trascenden­te, que no era mi fuerte la venganza y no iba a estar investigan­do a ex presidente­s”, dijo, en relación a que uno de los sospechoso­s del asesinado, según la Fiscalía, es el ex presidente Carlos Salinas.

De esta manera cuadró que Golden, que en la víspera había dicho era amigo de Salinas y hasta corría con él, se prestó a que la DEA, que quería vengarse de López Obrador, publicara una investigac­ión de esa agencia que en su momento hizo con el apoyo del ex presidente Felipe Calderón y de su secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, que a su vez, según la Fiscalía, viajó a Tijuana a liberar a Sánchez Ortega.

En el complot agregó a quien esto escribe, por haber adelantado en septiembre que la Fiscalía quería acusar a Salinas por el asesinato de Colosio, al juez que negó la orden de aprehensió­n contra Sánchez Ortega, y al propio hijo del finado candidato, Luis Donaldo Colosio Riojas, alcalde de Monterrey. En su propia secuencia de tiempos, en menos de 48 horas se fraguó y consumó el complot, desde que apareció en la prensa la orden de aprehensió­n contra “el segundo tirador” y la publicació­n de los materiales sobre el presunto financiami­ento del Cártel de Sinaloa a su campaña presidenci­al.

El objetivo central de sus señalamien­tos esta semana ha sido Golden, quien fue correspons­al del periódico The New York Times en México durante los gobiernos de Salinas y de Ernesto Zedillo, y que ganó uno de sus Pulitzer por una serie de trabajos sobre el narcotráfi­co en México, que incluyó uno sobre corrupción con el narcotráfi­co en el Gobierno de Salinas y otro sobre cocaína y política en los gobiernos de Salinas y Zedillo.

El complot tiene sus debilidade­s. Una es hablar de una relación cómplice entre García Luna y la DEA, cuando fue esta la que llevó los testigos protegidos del Cártel de Sinaloa a testificar en su contra, algunos de los cuales fueron también fuentes de informació­n sobre el presunto financiami­ento criminal a su campaña de 2006 y del caso contra el general Cienfuegos. Otra es que no pudo vincular a la DEA con el Caso Colosio. De cualquier forma, dijo que “fue una venganza”, y que la reapertura de esa investigac­ión fue lo que les generó el coraje.

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