El Informador

De memorias y sueños de este país

- argeliagf@informador.com.mx • @argelinapa­nyvina Argelia García F.

Muy pocas cosas diferencia­n a los políticos en estos tiempos. En realidad, eso de los partidos políticos, como bien nos ha quedado claro, es ya casi una pantomima mal actuada. De todos modos, a mí alrededor hay gente (civiles todos eh, buenas personas casi diría) que todavía se identifica casi bajo el “Patria o muerte” con alguno u otro partido. También, en la contrapart­e convivimos en esta tan plural y curiosa sociedad con los Morenofóbi­cos que piensan que los del partido guinda, todos, cada día nos acercan al precipicio de vivir como los caraqueños. O, los Priolvidad­izos que hacen de aquella historia tan larga que tuvimos con el tricolor como un eterno mal noviazgo, pero que ya “superado”, ¡ah cómo extrañamos a ese que nos “medio” maltrataba!, tampoco la pasamos tan mal nos decimos, quizá si cambiara un poco, si de hubiera dado cuenta de esto o aquello, idealizamo­s, la verdad es que hubo grandes progresos, recordamos ya resignados en la sobremesa familiar del domingo. Y bueno, del PAN, la verdad ya casi nadie se acuerda, como mucho de aquel señor de las botas que logró sacar al PRI de Los Pinos, comió, se fue y luego alguien que nos odia como pueblo, le abrió una cuenta de Twitter. Y siempre habrá -me pongo en los primeros lugareslos detracalde­ronistas, aferrados por obvias razones, pero querido lector, esa no sólo es otra columna, es otra tesis, otro periodo del cual ahora no quisiera acordarme. Del extinto PRD, nos quedó Cuauhtémoc, los Chuchos y los quién sabe cuáles otros que la verdad, de todos ellos, nomás no se armó uno.

Ahora, para lógica común de todos estos años en el poder, ya encuentro también por ahí algunos Naranjhart­os con los que para ser honesta- también me identifico. Sin dejar de sumarme con (des)ánimo del antes descrito, resto de partidos. En realidad y para ser franca, no los odio ni los detesto, en algún momento la política me inspiraba grandes emociones: pensar en los principios me motivaba, me movía, me inspiraba. Lo vivía como una ajena y tórrida historia de amor de las que mueven fibras cuando empiezan y cuando terminan, de esas que le demandan a uno tomar un partido, un bando, a un personaje. Llegué incluso a confundirm­e y a pensar más delante hace algunos años, que uno no votaba por un partido, sino por la persona. En la historia reciente de México, a los millenials se nos hizo creer eso y nosotros se lo transmitim­os a los que estaban ya resignados de haber sólo votado a uno u a otro partido (cuando solo existían a lo sumo dos o tres ofertas). Ahora, tras ver tantos desvaríos (y mire que trato de mantenerme al margen) no me producen más que aburrimien­to. Me da pereza saber qué tal o cual candidato se cambió de partido, qué tal o cual bando ahora defiende otra cosmovisió­n del país, les falto al respeto a casi todos los políticos, por no ofender a alguno que se salve. Pero no es que se los falte hablando mal de ellos o siendo grosera, se los falto porque se perdieron esa posibilida­d. Verlos en fotos gigantes y monumental­es pontifican­do sobre verdades absolutas y falsas promesas me recuerda aquella tórrida historia de amor de la que hablaba. Ahora, mi relación con ellos, con la política, no es más que una en la que tenemos que convivir bajo el mismo techo y en la misma casa ya sin casi nada que nos una.

Qué desazón, pero qué ilusión me da al mismo tiempo esta gran desilusión. Me queda más claro que nunca que el país en el que quiero vivir, está en manos de cada uno de nosotros y que en cada casa hay un orden y un significad­o, hay un jefe o jefa de Estado y hay jerarquías, que el país en realidad está en cada calle, en cada colonia, en cada familia con posibilida­des de llevar a sus hijos de manera segura a la escuela y de cada madre que no duerme en paz porque no sabe dónde está su hijo. El país, señores políticos, está ahí, esa es la gran diferencia entre ustedes y nosotros. Ustedes sueñan con un mejor país, nosotros vivimos en el real. Pero por más que yo sea una entusiasta que vea en cada familia un régimen de Estado, la verdad es que la responsabi­lidad es suya. Nosotros les escogemos y nosotros les reclamamos. A ver si se la piensan muy bien todos estos candidatos que suenan tan ilusos al prometer tanto bienestar y seguridad.

Y eso que soy muy soñadora. Despierten, duele, pero ah cómo ayudaría.

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