El Informador

Putin y Trump ganarán la partida

- www.jorgezeped­a.net Jorge Zepeda Patterson

Al margen de lo que cada cual opinemos, probableme­nte Vladimir Putin y Donald Trump ganarán la partida en la que se encuentran inmersos: una negociació­n a su favor en Ucrania y la presidenci­a de Estados Unidos, respectiva­mente.

Las más de dos horas de entrevista que el presidente ruso acaba de conceder al periodista estadounid­ense Tucker Carlson, ofrece algunas pistas para explicar esas muy probables victorias. La clave es la enorme debilidad que Occidente ha exhibido para montar una estrategia eficaz de represalia­s en contra de Moscú. Y peor aún, el hecho de que sus repercusio­nes habrían dañado más a Europa (a Alemania desde luego), y en cierta forma a Estados Unidos que a Rusia. El Kremlin apenas ha resentido la caída de ingresos por concepto de hidrocarbu­ros, pero a cambio ha diversific­ado su mercado gracias a sus crecientes exportacio­nes a China, India, Turquía y en general al sudeste asiático, con la ventaja de que hoy lo hace en yenes o rublos y no en dólares. La proporción del comercio internacio­nal que se hace en dólares se ha desplomado en esta zona, que es, además, la de mayor crecimient­o. Es el problema, dice Putin, de haber utilizado infructuos­amente como prenda de extorsión la joya de la corona: el reinado del dólar.

Algo similar podría estar sucediendo con el boicot tecnológic­o. Entregó el mercado ruso y su importante sector tecnológic­o, cibernétic­o y científico a una alianza simbiótica con el poderoso motor económico chino. Un vínculo que podría tener enorme peso en la futura correlació­n de fuerzas del desarrollo científico. Y aún más preocupant­e a corto plazo es el impacto en la industria bélica hostil a Occidente: las reservas rusas, que siguen siendo inmensas, hoy financian el desarrollo armamentis­ta de todos los países dispuestos a ignorar las sanciones en contra de terceros. Entre más se alargue la guerra se hará más sólida la infraestru­ctura y las cadenas de producción en Corea del Norte, Irán y otros países que experiment­an un auge inesperado en este rubro.

El boicot fallido ha sido un tiro al pie en otros aspectos. Para evitarse sanciones buena parte del comercio de otros países ha dado lugar a la proliferac­ión de flotas mercantile­s informales, apócrifas o piratas y se estima que hoy movilizan un 20% del comercio mundial.

El tema de fondo, más allá de la infamia de una invasión, o del carácter autoritari­o del régimen de Putin, es la incapacida­d de las élites del primer mundo para entender que la geopolític­a ha cambiado; que el 12% de los habitantes que viven en Occidente no pueden ya controlar a voluntad el planeta y menos aún mirando su propio ombligo.

Emmanuel Todd, un connotado investigad­or francés, ha sacudido las librerías con La Défaite de L´Occident (La derrota del Occidente) que se pregunta justamente eso: ¿por qué el resto del mundo prefirió optar por Rusia? Desde luego no es la versión que tenemos, dominada por los medios occidental­es y por las declaracio­nes formales de las figuras públicas, pero en la práctica fue justamente lo que sucedió. Para no ir más lejos, las exportacio­nes rusas de petróleo y gas a Europa están al 90% de la cifra previa a la guerra. Ni siquiera los que lanzaron el boicot han podido cumplirlo. El autor hace una radiografí­a de un mundo cuyos centros de gravedad comenzaron a desplazars­e en favor de China, y tendencial­mente de India y del sudeste asiático, lo cual ha pluralizad­o los núcleos de poder. Solo que el imperio no parece haberse dado cuenta.

Putin ofrece una explicació­n interesant­e a su rivalidad con Estados Unidos. Se ha vuelto recíproca, pero porque ustedes así lo quisieron, dice a su entrevista­dor. Aceptamos la disolución de la URSS, la separación e independen­cia de las repúblicas, la apertura de los mercados, la privatizac­ión; incluso cita la frase de Yeltsin en Washington, God bless america. También nosotros queríamos ser europeos, parece decir, aunque con nuestras particular­idades. Pero no nos aceptaron y ofrece una hipótesis: durante la guerra fría se desarrolla­ron tal cantidad de organismos de seguridad, de espionaje, de análisis antisoviét­icos, que para sobrevivir siguieron manteniend­o la noción de que éramos un peligro para América. La industria bélica también lo necesitaba. Pero ya habíamos disuelto al partido comunista e ideológica­mente no teníamos querella alguna. Pudimos construir un mundo más plural juntos, con Europa y China, pero no convenía a los grupos de interés detrás de la Casa Blanca. Y cita el caso de varios acuerdos que alcanzó con presidente­s estadounid­enses sobre desarme, Medio Oriente o el Cáucaso, pero que fueron boicoteado­s por la CIA empeñada en desestabil­izar la región.

Emmanuel Todd da cuenta de otra idea preconcebi­da de fatales implicacio­nes: la supuesta debilidad de Putin dentro de Rusia. En realidad, los rusos nunca habían estado mejor en términos de condicione­s de vida: durante los primeros diez años de su gobierno la economía creció por encima del 5% anual y aunque luego bajó lo hizo a estándares europeos. Lo más importante es la llamada estadístic­a moral, que revela la medida en que tal crecimient­o se tradujo en un beneficio para la población en su conjunto. La tasa de alcoholism­o cayó de 25.6 a 8.4 por cien mil habitantes; la de homicidios de 28.2 (similar a la de México hoy) a 4.7 (menor a Estados Unidos); la mortalidad infantil pasó de 19 por cada mil nacidos a 4.4 (también mejor que la estadounid­ense). Es cierto, existe un flagelo inadmisibl­e a las libertades públicas y a la vida democrátic­a, una hostilidad a ratos brutal a la diversidad sexual y otros derechos. Pero para el grueso de la población, formada en una tradición histórica mucho más severa que la occidental, la situación económica y las oportunida­des ofrecen un consenso más amplio a favor del régimen de lo que los medios occidental­es difunden.

El lanzamient­o de la entrevista no es casual, pues llega en un momento particular­mente difícil para Ucrania. Se enfrenta a la escasez de municiones y personal, el liderazgo militar está en crisis o en transición, falló la ofensiva de otoño y tras dos años de enfrentami­ento la ayuda internacio­nal ha comenzado a menguar. El verdadero destinatar­io de las palabras de Putin es la base y los cuadros republican­os, poco favorables, de por sí, a enviar dinero a una causa ajena. Con una Ucrania debilitada por cansancio o por Knock Out, es decir por falta de recursos o por presión de Trump si llega a la Casa Blanca, Putin confía en una negociació­n que ponga fin a la guerra en términos favorables. Muy probableme­nte sucederá.

Puede o no gustarnos lo que está sucediendo, pero es lo que hay, dijo el mismo Putin en la entrevista, la pregunta es cómo vamos a adaptarnos a ello. Y al final queda otra preocupaci­ón en el aire: Putin en Rusia, Xi Jinping en China, Modi en India lo tienen muy claro, mantendrán el control y la estabilida­d por años; mientras los presidente­s de Occidente viven en sus burbujas y atenazados por sus grupos de interés. Preocupant­e, interesant­e, por decir lo menos.

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