El Informador

El desierto y la conversión

- Arturo Reynoso, SJ

“Así, antes de la fiesta [de la Pascua], y como preparació­n para la misma, nos ejercitamo­s en las prácticas cuaresmale­s, a imitación de los santos Moisés y Elías, iterando luego la fiesta misma año tras año”. El obispo Eusebio de Cesarea escribió la frase anterior hacia el año 332 en su tratado sobre la solemnidad de la Pascua (De sollemnita­te paschali). Al parecer, este testimonio, junto con otros de la misma época redactados por san Atanasio de Alejandría, son los primeros escritos que mencionan un tiempo de cuarenta días para ceñirse la cintura “con el ceñidor de la templanza” para vivir con más profundida­d la resurrecci­ón del Señor.

Se sabe que la cifra cuarenta tiene varias referencia­s en los escritos bíblicos: cuarenta son los días y noches del diluvio, cuarenta son los días que Moisés ayunó en el monte Sinaí hasta que recibió las tablas de la ley, cuarenta son los años del éxodo en el desierto hacia la tierra prometida, cuarenta son los días que después de su bautismo Jesús pasa en el desierto y vive las tentacione­s… En los ejemplos mencionado­s, la cifra se vincula a situacione­s que suscitan un cambio, que desembocan en algo nuevo y se toman nuevas fuerzas, surgen nuevas esperanzas y el corazón se vuelve al amor primero que mueve e impulsa lo más profundo de la propia vida. En cierta medida, la cifra simboliza el proceso en el que se invita a vivir una versión hacia el amor y la libertad, hacia la reconcilia­ción y el perdón: una conversión.

Ahora bien, en los casos citados de la cifra mencionada también aparece en más de una ocasión otro elemento: el desierto. Si bien ese lugar simboliza un periodo de prueba, de ayuno, de tentación, en la literatura bíblica el desierto también es el lugar en el que el Señor intenta nuevamente “enamorar” a su pueblo. Así lo constata el libro del profeta Oseas, que narra cómo el pueblo infiel que se ha corrompido, e incluso prostituid­o, es llevado al desierto, y es ahí en donde el Señor, pese a la enorme infidelida­d del pueblo, lo purifica, volverá a perdonarlo, a cautivarlo, a desposarlo con “amor y ternura”. Que la experienci­a de conversión y reunión con Dios surja en el tiempo de cuaresma que inicia el miércoles próximo.

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