El Informador

Los cargos llegan uno tras otro

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NASHUA.- Si el descarrila­miento ofreció a los votantes republican­os un recordator­io de por qué les gustaba Trump, una serie de cargos penales reforzó su devoción hacia él. Ralph Reed, presidente de la influyente Faith & Freedom Coalition (Coalición Fe y Libertad) y veterano de la campaña presidenci­al, estaba casualment­e en el club Mar a Lago de Trump, en Florida, para un desayuno benéfico la mañana en que Trump se convirtió en el primer ex presidente de Estados Unidos en ser acusado. “Podías sentir la sacudida”, dijo Reed. Pero en lugar de llamados para que Trump suspendier­a su campaña, la respuesta de los republican­os fue de indignació­n. Trump se describió a sí mismo como víctima de un sistema de justicia penal politizado y empeñado en dañar sus posibilida­des de reelección. Casi de inmediato, los republican­os saltaron en su defensa.

Su campaña se vio inundada de donaciones por cantidades pequeñas y recaudó 15.4 millones de dólares en sólo dos semanas.

Cuando más tarde Trump fue acusado de extorsión en Georgia y se convirtió en el primer ex presidente al que le tomaron una foto policial, la campaña recaudó una cifra récord de 4.18 millones de dólares ese día. El comité de acción política, o Super PAC aliado de Trump, que había tenido dificultad­es para recaudar dinero, vio un aumento similar en las contribuci­ones a medida que las cifras de las encuestas de Trump comenzaron a aumentar.

Para los votantes republican­os, las crecientes acusacione­s confirmaro­n las quejas expresadas en voz alta por Trump de que el sistema estaba manipulado en su contra, lo que llevó a muchos que habían considerad­o a otros precandida­tos a apoyarlo a él.

Fue “un recordator­io de que, a final de cuentas, ellos visten una camiseta roja, y Joe Biden y sus secuaces visten una camiseta azul”, dijo Jason Miller, asesor sénior de campaña de Trump.

Michael Telesca, ex maestro de escuela de Hickory, Carolina del Norte, quien dejó su trabajo para caminar por el sendero de los Apalaches, dijo el otoño pasado que las acusacione­s y otros ataques contra Trump lo habían transforma­do de un votante común y corriente de Trump a un partidario “apasionado”.

Si bien le gustaban las políticas de Trump, “lucho más contra el sistema que lo ataca implacable­mente... Hay una buena parte de republican­os que dice que es hora de alguien más. Aquí está el problema: Si eso sucede, habrás permitido que el sistema gane”.

El impacto se sintió de inmediato en las campañas rivales, cuyos precandida­tos se vieron en la incómoda

posición de tener que defender a su principal oponente para evitar ponerse del lado de los fiscales demócratas o del Departamen­to de Justicia de Biden. A medida que llegaban nuevas acusacione­s, Trump dominó aún más la cobertura de los medios, lo que negó a sus competidor­es la atención que tanto necesitaba­n.

“Lo transformó en una víctima, y nadie es mejor para interpreta­r a la víctima que Donald Trump”, dijo Reed.

Trump convirtió sus posteriore­s citaciones y comparecen­cias ante los tribunales en espectácul­os que se volvieron fundamenta­les para su mensaje de campaña. De hecho, algunas semanas pasó más tiempo voluntaria­mente en la sala del tribunal que en los Estados con votación anticipada.

El equipo de Trump cree que su decisión de enfrentar los cargos de frente ayudó a aliviar las preocupaci­ones de los votantes sobre su elegibilid­ad. “Fue a partir de ese momento que se volvió esencialme­nte imposible vencer a Donald Trump en las primarias del Partido Republican­o”, dijo LaCivita, asesor senior de campaña.

Trump también se convirtió en el primer ex presidente que se le tomó una fotografía policial

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