Los detalles de la segunda jornada
Las perspectivas de personas empujadas a los márgenes de la sociedad fueron ayer el eje de la Berlinale en su segunda jornada, en la que se unieron a la carrera por los Osos la iraní “Keyke mahboobe man”, la estadounidense “A different man” y “La cocina” del realizador mexicano Alonso Ruizpalacios.
Las dos primeras son tragicomedias que plantean la pregunta de hasta dónde estamos dispuestos a llegar para escapar de una soledad impuesta en menor o mayor medida por las convenciones sociales.
Cabe señalar que ayer también proyectaron la francesa “Hors du temps”, en la que dos hermanos regresan al hogar de sus padres durante la pandemia, mientras que hoy abrirán la tercera jornada del festival la alemana “In Liebe, eure Hilde”, sobre la resistencia contra los nazis, y la distopía “Another time”, protagonizada por el mexicano Gael García Bernal.
La soledad estuvo presente La protagonista de “Keyke mahboobe man” es una viuda teheraní de 70 años interpretada por Lily Farhadpour que contra todo pronóstico decide tomar la iniciativa y desafiar los estrictos estándares morales del régimen iraní para encontrar a un hombre con el que compartir su amor por la vida.
Así conoce a un improbable príncipe azul, un taxista divorciado (Esmail Mehrabi) cuya vida también se ha visto asfixiada por las convenciones, aunque desde el inicio el espectador tiene claro que no les espera un final de cuento de hadas.
Cabe señalar que no sólo el personaje de Farhadpour trasgredió en la pantalla los límites impuestos por el régimen iraní a las mujeres.
La pareja de codirectores, Maryam Moghaddam y Behtash Sanaeeha (“El perdón”, 2022) pagaron con la pérdida de sus pasaportes su decisión de traspasar los límites de lo permitido en los rodajes en Irán y perdieron así la posibilidad de acudir ayer al estreno. En un mensaje leído en por Farhadpour junto a la silla vacía de los realizadores, Moghaddam y Sanaeeha recordaron que desde la revolución islámica las actrices se han visto obligadas a usar el velo incluso en escenas de supuesta intimidad y a no tocar a sus compañeros de reparto.
“Hemos llegado a la conclusión de que ya no es posible contar la historia de una mujer iraní obedeciendo leyes estrictas como el velo obligatorio”, arguyeron, puesto que esas restricciones impiden representar las “vidas verdaderas” de las mujeres “como seres humanos completos”.