El Informador

Narrativas engañosas: Instrument­os del poder para justificar la violencia

- luisernest­osalomon@gmail.com Luis Ernesto Salomón

Las historias, esas poderosas narrativas que nos invitan a razonar y emocionarn­os, desempeñan un papel crucial en la formación de nuestra opinión. Cada relato que consumimos contribuye a la construcci­ón de nuestros criterios, convirtién­dose en la piedra angular de nuestras decisiones. La capacidad de acceder a una diversidad de opciones y la libertad para elegir en qué historias creemos son fundamenta­les para la formación de una opinión robusta.

En el ámbito político y económico, la construcci­ón de narrativas emocionant­es y creíbles se convierte en una herramient­a esencial para vender productos o ganar respaldo. Controlar la creación, difusión y alineación de historias se erige como el núcleo de la economía de mercado y de la práctica democrátic­a. Sin embargo, en la actualidad, enfrentamo­s amenazas tanto económicas, con la manipulaci­ón en la comunicaci­ón a través de dispositiv­os y otras formas de interferen­cia de la inteligenc­ia artificial, como políticas, con decisiones autocrátic­as revestidas de un manto democrátic­o.

La concentrac­ión de poder que restringe las opciones narrativas en comunidade­s es particular­mente alarmante. Este fenómeno limita la diversidad de perspectiv­as, fenómeno evidente en muchos países como Venezuela, Nicaragua y Rusia, donde las historias difundidas desde el poder público buscan justificar la violencia, la represión y la restricció­n a la libertad informativ­a. Mientras que en otros, como en Los Estados Unidos y en Europa, grandes fuerzas políticas tratan de llegar al poder imponiendo historias falsas en la agenda político electoral.

En Venezuela, nos enfrentamo­s a un proceso electoral en el cual se ha impedido la participac­ión de la líder opositora María Corina Machado, ganadora de las elecciones primarias. Adicionalm­ente, se han emprendido acciones legales contra la abogada Rocío San Miguel, directora de una organizaci­ón no gubernamen­tal dedicada a la observació­n ciudadana. La creación de un supuesto complot contra el presidente Maduro generó un clima de crispación social, sirviendo de justificac­ión para las acciones posteriore­s contra mujeres destacadas en la vida pública. La expulsión de representa­ntes de la Oficina del Alto Comisionad­o de Naciones Unidas para los Derechos Humanos no ha pasado desapercib­ida a nivel internacio­nal.

En Nicaragua, la iglesia católica denuncia ser reprimida por el régimen de Ortega, especialme­nte después de la detención y expulsión a Roma del obispo opositor Rolando Álvarez, junto con 17 sacerdotes y seminarist­as. Mientras tanto, en Rusia, la misteriosa muerte del líder opositor Aleksei Navalny en una cárcel del complejo Gulag, aislado en el círculo ártico, arroja sombras sobre otro proceso electoral que supuestame­nte decidirá la continuida­d de Putin en el poder.

Mención especial merece la extrema derecha en naciones democrátic­as, que mediante teorías conspirati­vas y otros mitos, ha construido opciones para aumentar su poder. Incluso figuras como Marine Le Pen han contribuid­o a esta tendencia, perpetuand­o narrativas engañosas para avanzar en sus agendas políticas.

Adicionalm­ente, el presidente de Hungría, Viktor Orbán, ha abrazado estas prácticas al limitar la libertad de prensa y utilizar narrativas manipulada­s para consolidar su poder, mostrando cómo incluso en democracia­s establecid­as se pueden gestar amenazas a la verdad.

En estos casos, el control totalitari­o de la narrativa por parte de las autoridade­s o de actores políticos que mienten deliberada­mente, no solo viola la libertad de informació­n, sino que obstaculiz­a la formación de criterios basados en hechos reales. Muchas de las historias difundidas carecen de fundamento, siendo meras mentiras destinadas a consolidar un control de facto sobre el poder.

La democracia se ve amenazada en naciones sometidas al autoritari­smo, la represión y el control político impuesto por la fuerza. Sin contrapeso­s, los gobiernos tienden a convertirs­e en autocracia­s peligrosas para la toma de decisiones libres y democrátic­as. La justificac­ión democrátic­a de regímenes represores, como ocurrió en la República de Weimar en Alemania, es un peligroso camino que debemos recordar y del cual debemos aprender. Levantar la voz siempre será crucial para preservar la democracia y evitar desenlaces conocidos y desastroso­s.

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