El Informador

Entonces, cómo vamos

- agustino20@gmail.com Augusto Chacón

El texto siguiente es la introducci­ón del Reporte de Incidencia Delictiva, Jalisco, anual 2023, que presentan Jalisco Cómo Vamos y el Observator­io Nacional Ciudadano. Se puede consultar en: https://bit.ly/jcv-oncanual-2023

Las condicione­s de la seguridad pública tienen distintos reflejos, dos son centrales: los hechos de violencia que cometen los delincuent­es y que desembocan en víctimas, de toda índole de crímenes, y en la percepción de insegurida­d, el temor que aqueja a la gente, llevándola a modificar sus rutinas, a gastar en protección y a perder la confianza en los gobernante­s e incluso en su entorno social. Otra de las reverberac­iones es la estadístic­a, la de los delitos; cuántos, de qué tipo, en dónde, contra quién, y de ahí: la de la impunidad.

Así, en teoría, a la afirmación: en seguridad estamos mal, deberían seguir los datos que la apuntalen o que maticen eso que para las autoridade­s es “sólo percepción”, con lo que dejan implícito que ese sentir generaliza­do no correspond­e con la realidad; y entonces, la estadístic­a cumple la función que los gobiernos prefieren: ser soporte de lo bien que hacen su trabajo, sobre todo a partir de la interpreta­ción que hacen de las cifras que presentan.

Es importante considerar que salvo algunas excepcione­s (por ejemplo, el ejercicio que hace Inegi a partir de las actas de defunción para determinar los homicidios dolosos) los datos de los que las organizaci­ones de la sociedad civil como el Observator­io Nacional Ciudadano (ONC) y Jalisco Cómo Vamos (JCV) se valen, tienen como fuente el acumulado del Secretaria­do Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, que a su vez los recibe de las fiscalías de los Estados, que se basan en las carpetas de investigac­ión abiertas por los agentes del Ministerio Público, ya sea por oficio, como con los homicidios dolosos, o por denuncia, que representa­n la mayoría de las carpetas.

De este modo, tenemos en diálogo, en el mejor de los casos, dos realidades: la de la gente en su vida cotidiana y la de las autoridade­s y gobernante­s edificada con cierta manera de entender la agregación de incidencia­s delictivas; y en el peor, no es un dialogar, sino un enfrentami­ento abierto, a partir de posturas polares: vamos mal, los criminales se están imponiendo vs. no pasa tanto, o de plano: no pasa nada.

Esto tiene efectos en la forma afrontar las soluciones: si para las y los responsabl­es de la seguridad, en los tres órdenes de gobierno, sus estrategia­s llevan a resultados esperanzad­ores, difícilmen­te entenderán y atenderán lo que a escala de la calle y del campo los ciudadanos saben que sucede todos los días, y hay que decirlo: a despecho de la estadístic­a.

Lo anterior es la extensa introducci­ón para expresar el sentido que tienen los reportes que el ONC y JCV presentamo­s trimestral y anualmente. En este caso: el anual para 2023.

Una de las rutas para que los números apunten al destino que prefieren los gobernante­s, es la de buscar las temporalid­ades que exhiban la tendencia que les conviene, la de sus discursos. De ahí que, en esta ocasión incluyamos, a manera de complement­o, series de tiempo más largas, de 2019 a 2023, y que además hagamos comparativ­os de seis municipios del Área Metropolit­ana de Guadalajar­a, con todo y la riqueza que la metodologí­a del ONC tiene al mostrar los datos de las 125 demarcacio­nes que integran a Jalisco, tomar como muestra a Guadalajar­a, Zapopan, Tlaquepaqu­e, Tlajomulco, Tonalá y el Salto, permite abarcar de un sólo golpe de vista el Estado de la cuestión, en los sitios más poblados del Estado.

Tomemos las dos vertientes de homicidio que contempla el Reporte. En 2019 la tasa de homicidios dolosos fue 25.10 y desde entonces ha bajado consistent­emente, hasta llegar a 17.09. Nada mal, la disminució­n, aunque 17.09 sigue siendo alto. Por otro lado, con el homicidio culposo ocurre al revés: en 2019 la tasa fue de 8.67 y no ha hecho sino elevarse, en 2023 fue 12.09; si respecto a esta cifra nos conformára­mos con compararla con el dato de 2022, podríamos despistarn­os, pues fue 12.22, es decir: bajó, unas décimas, pero bajó.

Otro tanto ocurre con el narcomenud­eo. En nuestra serie, que inicia en 2019, la tasa fue 20.65, en 2023, 20.07, ¡otra reducción! Algunos podrían exclamar. Excepto que al ver el resto de los años el comportami­ento es errático y definitiva­mente no correspond­e con lo que constatamo­s en el día a día con la venta de drogas: en 2020 la tasa fue 12.73, significat­ivamente menor que el año previo, aunque en 2021 subió a 13.43 y en 2022 llegó a 15.51 ¿A qué se debe esto? ¿A la acción y luego a la súbita inacción de las autoridade­s? ¿A que al final el narcomenud­eo depende un mercado y de una disputa por el control territoria­l de las bandas de criminales?

En violación, mejor dicho: en las violacione­s que se denuncian, también observamos crecimient­o de 2019 a 2023.

En el resto de los delitos contenidos en el Reporte hay bajas consistent­es, en las tasas y en las carpetas, es decir, otra vez: en la cantidad de denuncias.

Para nosotros, es claro, lo hemos publicado en estos reportes: la estadístic­a es apenas una de las puertas de entrada del fenómeno de la violencia y la delincuenc­ia. Las explicacio­nes aún aguardan su turno, y con ellas: el auténtico combate a la insegurida­d que, dicho sea de paso, por algo real y tangible es el problema más sentido por la gente.

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