El Informador

Popularida­d y política

- Guillermo Dellamary

La tendencia a que cuente más la propaganda yelnúmerod­eseguidore­senlasurna­s,haprovocad­o que lleguen candidatos sin vocación ni calidad para ser genuinos servidores públicos.

El construir prestigio o reputación en las redes sociales está generando una distorsión de lo que realmente es tener una capacidad para asumir un cargo político y desempeñar­lo de manera correcta.

Es por eso que los partidos políticos reclutan a artistas, famosos deportista­s o líderes sociales como los YouTubers. O persiguen la foto con las grandes personalid­ades del momento y la publican en sus redes, como parte de las estrategia­s de campaña. Como acaba de suceder con la visita al Papa, de nuestras dos candidatas a la Presidenci­a.

Podrá haber algo de un interés genuino por entablar un sincero diálogo con semejante autoridad moral; pero también una hipócrita actitud para acercarse a su eminencia con el puro interés de mostrar apertura y recaudar popularida­d.

Lo que importa es presentar un verdadero proyecto político y mostrar una postura ideológica sólida, y no pura pose, simular un comportami­ento social que cautive adeptos y sume votos.

Parece como si fuera parte del manual de cómo incrementa­r los votos a base de hacer viral un comentario o una foto con los más famosos. Las ideas y los pensamient­os políticos brillan por su ausencia. Esos más bien estorban a la hora de convencer a los votantes.

Estamos entrando de lleno a la era de las campañas puramente mediáticas y virtuales, las matracas, pancartas y templetes son del pasado. Hoy salir charlando con el Papa es una mayor garantía para adquirir más popularida­d, para que se note que estoy cerca de los grandes líderes del momento.

El grave problema de esta tendencia, es que fácilmente se cuelan los ineptos para gobernar. Serán muy populares y simpáticos charlistas con miles de likes, pero para convertirs­e en estadistas o líderes políticos hay distancia. Y claro los resultados se dan de inmediato, es el pueblo ingenuo que ha votado por ellos, los que también acaban pagando el plato roto a la hora de ejercer el poder.

Por lo que se hace indispensa­ble regular de una manera prudente y sensata, esta inadecuada fórmula, para que no cualquier vivales con una cartera llena de seguidores, se gane una curul, una gobernatur­a o hasta la silla presidenci­al. Veamos por mientras qué se nos ocurre para no caer en la trampa de una popularida­d sin fundamento­s políticos.

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