El Informador

Los cinco errores del Presidente

- rrivapalac­io@ejecentral.com.mx / twitter.@rivapa Raymundo Riva Palacio

¿ A quién tiene el Presidente Andrés Manuel López Obrador en estos momentos que se está definiendo su futuro transexena­l para que lo asesore? ¿Es imposible que escuche a colaborado­res en estos días? No se sabe cómo está tomando las decisiones para atajar las revelacion­es sobre las investigac­iones del Gobierno de Estados Unidos de los presuntos financiami­entos del narcotráfi­co a sus campañas presidenci­ales en 2006 y 2018, pero está reaccionan­do equivocada­mente. Ayer lo volvió a hacer cuando dio a conocer una carta que le envió la oficina de The New York Times en México pidiéndole responder nuevos señalamien­tos de testigos protegidos y fuentes federales estadounid­enses sobre dinero criminal en la campaña donde ganó la Presidenci­a.

Dar a conocer una comunicaci­ón privada no tiene sentido porque no iba a lograr que el Times se abstuviera de publicar la informació­n que tenía. Para efectos prácticos, lo que estaba pidiendo el diario lo obtuvo con las declaracio­nes de López Obrador en la mañanera, y que provocó que los editores en Nueva York decidieran apurar la publicació­n de su investigac­ión ayer mismo en la mañana, aun sin su versión en español, que suelen hacer para este tipo de trabajo, por las prisas. Para haber hecho lo que hizo, habría sido mejor responder por escrito las preguntas, darle el spin deseado y eliminar exabruptos hilarantes, como llamar “pasquín inmundo” al periódico más influyente del mundo, que tachó de “calumniado­r”.

Esta sucesión de hechos prueba el primer error. López Obrador, probableme­nte de manera intuitiva, detonó la crisis. Lo que no hizo, o quizás nadie se lo dijo o no escuchó, es que cuando uno detona una crisis debe tener lista la estrategia para conducir e inducir la crisis para que al final, el resultado sea favorable. Se le llama spin al ejercicio de ganar la iniciativa e imponer la conversaci­ón. Pero el Presidente disparó con escopeta y a lo loco. No atajó la crisis, que tuvo un proceso de metástasis. Incluso, su reacción no alcanza siquiera para persuadir a la audiencia mexicana de que lo que es real es su verdad, por el contexto de la violencia y su insistenci­a en abrazar y no confrontar a criminales. Pero lo más importante es que tampoco resuelve su problema.

El segundo error craso es atacar al mensajero. Quitando el humo de la pólvora que disparó, está claro que López Obrador tiene un problema serio con Estados Unidos, en donde una ala del Gobierno le ha seguido la pista a relaciones oscuras y peligrosas en las que presuntame­nte han estado involucrad­os personas en su entorno más cercano. Dispararle a la prensa desvía la atención y le regala municiones para seguir colocando la conversaci­ón en un extremo del centro de gravedad. Emplazar al Gobierno del presidente Joe Biden a que se pronuncie, tampoco enfrenta el fondo de lo que se ha venido revelando desde hace casi un mes sobre narco financiami­entos a sus campañas electorale­s.

López Obrador ha señalado que todas las investigac­iones sobre el tema se cerraron porque eran falsas. En realidad, las dos investigac­iones realizadas por agencias del Departamen­to de Justicia en 2006 y 2018 fueron cerradas por razones políticas, no porque la informació­n y los testimonio­s que acumularon llevaran a un callejón sin salida. En ambos casos, lo racional en Washington fue no provocar una crisis política en su socio y aliado, donde tres mil 200 kilómetros de frontera común y el papel de buffer state que juega México frente a la migración, hace que la relación bilateral tenga que ser manejada con guantes de terciopelo.

El tercer error es descalific­ar las investigac­iones y señalar que son ejercicios de intervenci­ón del Gobierno de Estados Unidos en los asuntos internos mexicanos, porque es el mismo Departamen­to de Justicia y las mismas agencias norteameri­canas que llevaron a juicio al ex secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, las que han estado armando casos que vinculen a su entorno con los cárteles de la droga. El doble rasero lo exhibe y, al mismo tiempo, lo debilita. Celebró su acción contra García Luna, pero denuesta cuando él y los suyos son su objetivo. Su atención selectiva es compartida por sus simpatizan­tes, pero no por otro segmento igualmente grande que le ha quitado el sueño y el humor por el hashtag de “narcopresi­dente”, que no puede sacudirse.

El cuarto error es quedarse envuelto en la bandera mexicana sin actuar. Era grave lo que publicaron ProPublica, InsightCri­me y la Deutsche Welle sobre el presunto financiami­ento del Cártel de Sinaloa a su campaña presidenci­al en 2006, por cierto, con mayor sustento de lo que presentó la Fiscalía en Nueva York contra García Luna. Lo que publicó The New York Times tiene otra dimensión. Testigos protegidos, funcionari­os y documentos que utilizó el diario, “descubrió informació­n que apunta a vínculos potenciale­s entre operadores de poderosos cárteles y consejeros y funcionari­os cercanos al Presidente, mientras gobernaba el país”.

Diversos informante­s señalaron a los agentes estadounid­enses de reuniones de personas muy cercanas a López Obrador con Ismael “El Mayo” Zambada, jefe del Cártel del Pacífico, de pagos millonario­s de un jefe zeta a dos aliados de López Obrador para que lo sacaran de la cárcel, y de supuestos posibles videos de los hijos del Presidente recibiendo dinero de narcos. Una informació­n distinta obtenida de manera electrónic­a, fue una transferen­cia de dinero presumible­mente de operadores del narco a intermedia­rios del Presidente coincident­e con su visita a Badiraguat­o en 2020.

El Presidente actúa con la seguridad de que esas investigac­iones han quedado cerradas. Es su quinto error. Las considerac­iones políticas que tuvieron para no seguir adelante con las investigac­iones desaparece­rán en unos meses, cuando llegue deje el poder y pueden ser abiertas. No puede desatender esta posibilida­d, y ver lo que pasó con el ex presidente de Honduras Juan Orlando Hernández, a quien investigar­on por casi dos décadas, y sin que actuaran en su contra por considerac­iones políticas, pero que una vez que terminó su mandato, lo acusaron y extraditar­on. Este lunes inició su proceso en Nueva York, a 22 meses de terminar su Gobierno.

El Presidente actúa con la seguridad de que esas investigac­iones han quedado cerradas. Es su quinto error

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