El Informador

Rompe con el morbo del canibalism­o y hace un homenaje a la vida

Carlitos Páez, uno de los sobrevivie­ntes del accidente aéreo conocido como el “Milagro de los Andes”, charló sobre su experienci­a que va más allá de lo presentado en “La sociedad de la nieve”

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Pocas experienci­as te forjan en el carácter como permanecer 70 días varado en la Cordillera de Los Andes, luego de un accidente aéreo. Así fue para Carlitos Páez, uno de los 16 sobrevivie­ntes de aquel avión de la Fuerza Aérea Uruguaya que se estrelló en una montaña cubierta de nieve, el 13 de octubre de 1972.

El director de cine J. A. Bayona retrató la historia del equipo de rugby que viajaba en dicha aeronave con tal precisión y crudeza, que el filme está entre los nominados al Oscar; pero la cinta no refleja el mensaje de lucha como lo hace Páez en su conferenci­a “Actitud, Actitud, Actitud”.

La charla la presentó dos veces ayer en el auditorio de The American School Fundación A.C, en Guadalajar­a. “La historia es más que el morbo del canibalism­o, es un homenaje a la vida”, dice Carlitos.

Páez explicó que este suceso significó su renacer, conoció habilidade­s propias que no sabía que tenía y el despertar de una pasión por la vida que lo llevó a hacer lo que fuera con tal de sobrevivir; algo inesperado para la cómoda vida que llevaba a sus 18 años.

“Yo era lo que aquí en México le dicen un ‘junior’… Era caprichoso y consentido, no me preocupaba nada, tenía hasta una nana que me hizo la maleta para aquel viaje”, relató.

Aquella convicción por vivir surgió luego de los primeros 10 días de estar perdido en la cordillera, cuando otro de los afectados escuchó en las noticias, con la radio del avión, que las autoridade­s habían suspendido las labores de búsqueda.

“Carlitos tengo una buena noticia para nosotros: dieron por finalizada nuestra búsqueda”, recordó Páez… Agregó que en ese momento no entendió cómo eso era una buena noticia, pero así lo fue.

“Nosotros estábamos esperando que nos buscaran, pero desde ese día dejamos de sobrevivir y empezamos a vivir. Cuando uno se convierte en el timonel de su propio destino, la historia cambia, porque empezamos a pelear la historia nosotros mismo”, declaró.

Desde ese momento, el grupo comenzó a tomar decisiones claves, como salir a buscar los restos del avión para tomar las baterías y tratar de establecer comunicaci­ón en una radio. Buscaron provisione­s y ropa del resto de la tripulació­n, tapizaron el fuselaje del avión para sobrevivir del frío, acordaron el procedimie­nto para comerse los cadáveres de los fallecidos para sobrevivir; después, dos de ellos salieron a buscar ayuda en una expedición que duró 10 noches para llegar a territorio chileno poblado.

“En la película me ven rezando todo el día, pero rezando no se sale de la cordillera. Dios nos dio la mano, pero no resolvió la historia, la resolvimos nosotros con las herramient­as que nos dio Dios”, reflexionó.

Páez invitó a la audiencia a mirar su propia ‘cordillera’, sin importar el tamaño de la misma, y caminar hacia adelante para salir de ella, con lo que haya y lo que se pueda.

Carlitos ahora tiene dos hijos y varios nietos. Sus compañeros también formaron familias, por lo que está alegre de que ahora son más de los que entraron originalme­nte al avión, gracias a los que lucharon por sobrevivir.

“Se trata de mirar su cordillera para avanzar hacia adelante. Cuando miro la cordillera, y veo a mi familia, creo que valió la pena lo que dolió”, finalizó.

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EL INFORMADOR • A. NAVARRO CARLITOS PÁEZ. El conferenci­sta muestra uno de los libros que ha escrito tras su experienci­a en los Andes.

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