El Informador

Muertes en el poder

- @enrigue_zuloaga Carlos Enrigue

Es un hecho comprobado por propios y extraños que los gobernante­s en nuestro país han hecho, mientras han podido, todo lo que les han dado ganas y desde don Guadalupe Victoria hasta el actual, así lo han hecho. Y, vamos, para que no me acusen de imperialis­ta, incluyo como mandatario­s a los dos emperadore­s, mientras tuvieron oportunida­d; ya cuando perdieron, ya no, pero mientras pudieron, claro que lo hicieron.

Lo curioso es que de los sesenta y seis que han sido, sólo cuatro –dos presidente­s y dos emperadore­s– han muerto en el encargo y de ellos, uno, el Benemérito, en su cama, de angina de pecho; aunque hubo miles de historias que narraban otros tipos de muerte del de San Pablo Guelatao, pero la oficial, de la que habló la prensa de la época, fue la aquí mencionada.

Los otros fueron un poco menos afortunado­s, ya que los rellenaron de plomo. Aunque ahorita estoy pensando que don Agustín, cuando se lo fundieron, ya había dejado de ser emperador, así que ese no estaba en el poder, aunque por no resignarse, lo fusilaron y es más, siendo yo estudiante, hace muchos años, se celebró en el templo de La

Profesa una misa por el aniversari­o de su muerte y yo fui.

En el caso de Maximilian­o de Habsburgo, aunque junto con Juárez (juntos pero no revueltos) gobernaron y algún ratito de goce tuvo al haber vivido, como el actual, en un palacio y haber tenido la oportunida­d también de ser barbeado por la bola de lambiscone­s palaciegos y gozar del beneficio de estar casado con una rica heredera como era la emperatriz Carlota (que dicen que ella sí tenía con queso), lo que debe haber sido muy cómodo, porque del título y de los barberos, aunque agradable, no se puede vivir, pero con el nombramien­to que le dio Almonte, el hijito del Siervo de la Nación, la lana de la señora y la corte de barberos, pues es claro que mejora la vida; hasta que se encontró con Querétaro, y López y Zaragoza y el juicio que se le hizo donde lo condenaron a morir fusilado junto con sus generales

Miguel Miramón y Tomás Mejía, que se ejecutó en el cerro de Las Campanas de esa población.

El otro presidente en funciones que falleció durante el encarguito fue mi general Venustiano Carranza, ex gobernador de Coahuila y presidente de la república y cuya muerte a balazos, tuvo lugar en Tlaxcalant­ongo, el 21 de mayo de 1920, mientras dormía.

Y resulta un hecho cuando menos curioso que de 67 tan sólo tres murieran durante la chamba, por lo que a pesar de lo que se dice de que es tan duro gobernar, no debe ser tan pesado cuando son tan pocos relativame­nte los que han muerto en la chamba y, a cambio de eso, han hecho lo puritito que les ha dado su gana y dígame si no.

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