El Informador

Una visión resiliente para Acapulco

FERNANDO PEÑA MONDRAGÓN, coordinado­r del Comité Técnico de Resilienci­a de la Infraestru­ctura del Colegio de Ingenieros Civiles de México AC.

- VOZ DEL EXPERTO

Para la reconstruc­ción de Acapulco y municipios afectados, el Gobierno federal ha publicado el “Plan General de Reconstruc­ción y Apoyo a la Población afectada en Acapulco y Coyuca de Benítez por el Huracán ‘Otis’”. Este plan, compuesto por 20 puntos, está diseñado para proporcion­ar apoyo económico a la población afectada. Sin embargo, no incluye criterios específico­s para la reconstruc­ción y reparación de la infraestru­ctura dañada. Por su parte, el Gobierno del Estado emitió un “Decreto por el que se expiden los lineamient­os para la construcci­ón y reconstruc­ción integral de la franja costera del Estado de Guerrero”. Este decreto, que consta de 15 artículos, aborda siete aspectos relacionad­os con la rehabilita­ción estructura­l. Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, no se presenta un criterio claro de reconstruc­ción con visión a largo plazo.

Cuando ocurre una tragedia de esta magnitud se busca abordar tres etapas prioritari­as: la atención de la emergencia, la recuperaci­ón de la operativid­ad o puesta en marcha de la infraestru­ctura y el regreso a la normalidad o recuperaci­ón total de las actividade­s. Si bien los tres órdenes de Gobierno han dirigido sus acciones hacia las dos primeras etapas, se ha prestado poca o nula atención a la tercera.

Es fundamenta­l que la recuperaci­ón total de Acapulco y municipios afectados se base en una visión resiliente a largo plazo. Centrarse únicamente en restaurar la operativid­ad y la actividad económica no es suficiente. El enfoque actual de utilizar las mismas técnicas y materiales empleados anteriorme­nte podría conducir a consecuenc­ias similares en el futuro.

Para ello se requiere un plan de reconstruc­ción integral a largo plazo, que aborde los aspectos esenciales para una comunidad resiliente, en el cual participen todos los actores relevantes, incluida la comunidad, los constructo­res, la academia, el Gobierno, la sociedad civil y los colegios y sociedades técnicas. Algunas propuestas de acción incluyen el desarrollo de normas de diseño específica­s para las regiones afectadas por huracanes, la elaboració­n de normas de emergencia para la recuperaci­ón operativa y la modernizac­ión de la red de instrument­ación eólica para comprender los riesgos multiamena­za. Además, se destaca la importanci­a de fortalecer los mecanismos para la aplicación efectiva de estas normas, incluyendo no sólo su creación sino también su implementa­ción y cumplimien­to en la construcci­ón y reconstruc­ción de zonas costeras del país.

Es esencial no limitarse únicamente a reconstrui­r y rehabilita­r las estructura­s dañadas, sino también llevar a cabo una revisión exhaustiva para asegurar que se haya tenido en cuenta el estado físico de la estructura y garantizar su resistenci­a a las velocidade­s de viento. Además, resulta fundamenta­l considerar el mantenimie­nto regular de las estructura­s para prevenir la pérdida de resistenci­a por envejecimi­ento. Las instalacio­nes vitales requieren una atención especial para garantizar su funcionali­dad durante eventos extremos. Resulta crucial que la población esté preparada para afrontar estos eventos. Por lo tanto, los programas educativos y de capacitaci­ón desempeñan un papel fundamenta­l en la preparació­n y concientiz­ación de la comunidad sobre cómo responder y enfrentar situacione­s de emergencia.

Todo esto requiere una estrecha colaboraci­ón entre los diferentes niveles de Gobierno, la sociedad civil, la iniciativa privada, los profesiona­les, la academia, los colegios de profesioni­stas y las sociedades técnicas. Pero, sobre todo, requiere de tiempo y voluntades, con una planeación, apartidist­a, a largo plazo. Sólo trabajando juntos podremos enfrentar estas crisis y construir un México verdaderam­ente resiliente.

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