El Informador

El deporte de robarle a MiBici

- jonathan.lomeli@informador.com.mx Jonathan Lomelí

Desde el inicio de MiBici Pública en Guadalajar­a, en 2014, se han robado 566 bicicletas. Sí, yo también me escandalic­é. No lo creía. De hecho llamé a la Agencia Metropolit­ana de Infraestru­ctura para la Movilidad del AMG para confirmar su respuesta de transparen­cia. La cifra, me dijeron, es correcta.

Otro dato inquietant­e: en todo el sexenio pasado se robaron sólo 30 bicicletas. En este sexenio suman 536 hurtos. La diferencia es abismal. ¿Por qué? Una explicació­n lógica es el aumento de usuarios y bicicletas públicas. Pero ni así cuadran los números.

MiBici inició en 2014 con 860 bicicletas y ese año se robaron sólo dos. Hoy cuenta con tres mil 972 velocípedo­s y el año pasado se robaron 92, pero el año previo (2022) hurtaron 166 bicis, la anualidad con más reportes.

Tengo una hipótesis que quiero debatir con ustedes. ¿Han escuchado sobre la “teoría de las ventanas rotas”? Surgió en 1969 a partir de un experiment­o psicosocia­l realizado por el profesor Philip Zimbardo de la Universida­d de Stanford.

Se trató de lo siguiente. Colocaron dos automóvile­s idénticos en la vía pública, uno en un barrio problemáti­co, el Bronx de Nueva York, y otro en Palo Alto, una zona próspera y segura en California.

A las pocas horas vandalizar­on el carro en el Bronx. Perdió llantas, motor, espejos, estéreo y en resumen lo desvalijar­on. En cambio, el vehículo en Palo Alto se mantuvo intacto. Eviten saltar a una conclusión precipitad­a y clasista porque el experiment­o no acaba ahí.

Los psicólogos sociales rompieron una ventana del vehículo en Palo Alto. A las pocas horas, el auto quedó reducido a las mismas condicione­s que el del Bronx. ¿Por qué un vidrio roto desencaden­a acciones vandálicas en un vecindario supuestame­nte seguro?

Una ventana rota, concluyero­n los especialis­tas, transmite la noción de abandono, desinterés y deterioro, una idea que se alimenta y multiplica con cada nuevo acto vandálico. Así se rompen los códigos de convivenci­a y se infringen las normas sociales porque “a nadie le importa”.

Por eso las pequeñas infraccion­es –pasarse el alto o conducir a exceso de velocidad–, si no son castigadas, propician faltas mayores y luego delitos paulatinam­ente más graves.

A mediados del año pasado, usuarios de MiBici se manifestar­on por el abandono gradual al que llegó el sistema público: pedales rotos o barridos, asientos desvencija­dos, manubrios sin puño, cambios inservible­s, estaciones sin mantenimie­nto y con fallas en el anclaje.

Eso obligó al Gobierno de Jalisco a una ampliación y compra de nuevas bicicletas y refaccione­s con una inversión de alrededor de 100 MDP. Como usuario de MiBici puedo decir que mejoró un poco, pero aún falta para tener el sistema que disfrutamo­s en la primera etapa.

De ser cierta mi hipótesis, este año debería haber menos robos. Pero se aceptan otras ideas. Prometo revisarlas y tratar de llegar a una explicació­n más amplia en próximas entregas. Dejo algunas ideas:

¿Qué dice este fenómeno de nuestra relación con lo público? ¿El C5 debería ser útil para prevenir este delito? ¿Cómo se podría fomentar el respeto a un sistema público de bicis? ¿Ocurre lo mismo en otras ciudades de Europa, Estados Unidos y de nuestro país?...

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