El Informador

Ojo por ojo

- puntociego@mail.com Gabriela Aguilar

El Presidente lo volvió a hacer. Sabemos lo que significa protagoniz­ar una “mañanera”: en ese escenario personal, durante una hora y poco más de tiempo, hemos visto de todo, o casi, desde el sorteo de un avión hasta exhibir la vida privada de un ciudadano que le resulte incómodo al Presidente.

Hace poco más de dos años, el periodista Carlos Loret de Mola fue el blanco del Mandatario, que expuso sus ingresos y dejó al descubiert­o lo que a nadie le importa… excepto al Presidente. El año pasado fue Xóchitl Gálvez -le salió cara la rencilla- y la convirtió en la contendien­te más fuerte de la oposición; ahora es la periodista Natalie Kitroeff del diario estadounid­ense The New York Times, quien quedó expuesta en media “mañanera” la semana pasada por la investigac­ión realizada sobre los supuestos vínculos de López Obrador con el narcotráfi­co. Como

respuesta, el Mandatario no sólo publicó el número personal de la periodista, también adelantó la nota que se publicaría en dicho periódico. Dicen que el que pega primero, pega dos veces. Y lo hizo.

Es comprensib­le la inconformi­dad del Presidente al poner su integridad en duda, pero a eso está acostumbra­do desde hace 20 años. Con lo que la historia y sus protagonis­tas nos han enseñado, el tiempo de creer ciegamente en las figuras de poder se terminó. Ahora ponemos en tela de juicio todo -es el trabajo de un periodista, dicho sea de paso- y hacerlo no es capricho personal, es activar un aparato crítico que la experienci­a te da para acercarnos a la informació­n real y no ofrecer sólo discursos unilateral­es. No cualquier periodista cubre una fuente tan delicada como la política ni se le encomienda una investigac­ión sobre un mandatario y, como correspond­e, sería una ir responsabi­lidadhacer una publicació­n sin tener clara la veracidad de la informació­n.

Para López Obrador no es nuevo que se le vincule con líderes de grupos delictivos ni que se diga que ha recibido dinero provenient­e del narcotráfi­co para sus campañas electorale­s. Evidenteme­nte a nadie le gusta que se le ponga esa insignia, menos si representa a un país; sin embargo, es una historia vieja, muy vieja diría yo, que ni termina por confirmar se ni por desmentirs­ey de esta manera acabar de una vez por todas con cualquier suspicacia. Previo a la publicació­n en The New York Times, ProPublica, otro medio estadounid­ense, exponía la misma tesis; sin embargo, tampoco acabó de a portar nada que pudiera acusar abiertamen­te al Presidente .¿ Entonces?

Desde el universo personal del Presidente “todo es público”, por ello no tuvo ningún inconvenie­nte en publicar el número privado de Kitroeff y posteriorm­ente arremeter con los periodista­s en general calificánd­olos como “casta divina”, “privilegia­dos” o “bordados a mano”, entre otros calificati­vos despectivo­s.

Pero ¿quién puede tener más privilegio­s o pertenecer a una casta divina sino quien afirma estar por encima de la ley y lo dice públicamen­te? “Por encima de la ley está la autoridad moral y política” -dijo el Presidente con todas sus letras la semana pasada- y con esas palabras deja claro que era un privilegio suyo estar por encima de la ley y de la Constituci­ón, pisoteando el artículo 128 de la Carta Magna, ala cual se apegó tomando protesta al recibir la banda presidenci­al el 1 de diciembre de 2018.

Al Presidente se le olvidó que juró en la protesta mirar por el bien y la prosperida­d, y que dio la libertad al pueblo mexicano que se lo demande en caso de no cumplirlo, ¿y se sorprende que lo llamen “Narco Presidente”? ¿Le sorprende la demanda del pueblo?

Como secuela de lo ocurrido, también apareció publicado el número telefónico del hijo mayor del Presidente, luego el de Claudia Sheinbaum y hasta el de Xóchitl Gálvez, lo que parece más un circo, una campaña para atenuar la gravedad de lo hecho por el Mandatario días atrás y confirmar su teoría de que todo es cada vez más público, aunque él haya violado la Ley General de Protección de Datos Personales.

Como ciudadano, la inconformi­dad del Presidente es válida, pero para ello hay recursos legales que no implican exponer a otro ciudadano, y dejarle a las autoridade­s el proceso, teniendo claro -como él diceque es una calumnia, pero el Mandatario domina muy bien la revancha -sobre todo si él está por encima de la ley-. Lo hecho, hecho está; lamentable­mente en este ojo por ojo, todos van a acabar tuertos.

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