El Informador

Elecciones bajo fuego

- jbarrera4r@gmail.com Jaime Barrera

Al menos desde las elecciones intermedia­s del 2009, en el sexenio de la guerra contra el narco del panista Felipe Calderón, el riesgo de la injerencia del crimen organizado en los procesos electorale­s lejos de erradicars­e ha ido en una imparable escalada.

Además que eso ha significad­o que la infiltraci­ón del n arco a los gobiernos sea cada vez mayor, también ha degenerado en comicios y campañas electorale­s como las que hoy inician, cada vez más violentas.

Así, los focos rojos que ni el Instituto Nacional Electoral (INE) ni los Órganos Públicos Locales Electorale­s (Oples) reconocen explícitam­ente, han ido creciendo en los comicios presidenci­ales del 2012 y el 2018, y en las respectiva­s intermedia­s del 2015 y 2021.

De hecho las campañas electorale­s de hace tres años, fueron considerad­as las mas violentas de la historia. De acuerdo a la desapareci­da consultora Etellekt, que elaboró el registro más pormenoriz­ado de los hechos violentos en que se vieron involucrad­os candidatos, candidatas, funcionari­os y ex funcionari­os en las precampaña­s y campañas, el proceso electoral 2020-2021 se convirtió en el más violento de la historia, aunque por debajo en el número de asesinatos. En 260 días de actividad político electoral sumaron 782 agresiones (secuestros, amenazas de muerte, atentados, golpes, daños a la propiedad y abusos sexuales entre otros) contra las 744 contabiliz­adas por la misma consultora en el pasado proceso electoral del 2018, cuando hubo 48 asesinatos políticos, contra los 35 del 2021.

Por la crisis desbordada de violencia e insegurida­d, y por el creciente número de territorio­s controlado­s por grupos del crimen organizado, combinada con el hecho de que la elección de este año será la más grande de la historia por la participac­ión récord de 280 mil candidatos que competirán por 20 mil 262 cargos de elección popular, casi 20 mil de ellos posiciones locales, hay enorme preocupaci­ón de que la violencia electoral este año supere todas las pasadas cifras.

Ya en 2023, se contaron 264 agresiones a miembros de la clase política y gubernamen­tal, y contando a partir del 4 de junio de 2023 que inició el proceso electoral en curso ala primera semana de febrero iban ya 50 agresiones de las cuales 33 fueron asesinatos de personas vinculadas a la actividad política. No están contabiliz­adas en este corte del Laboratori­o Electoral sobre la Violencia los dos pre candidato sala presidenci­amunicipal de Mara va tío, uno del PAN y otro de Morena, que fueron asesinados el mismo día la semana pasada. Es decir, iniciamos hoy las campañas, casi empatados con el saldo mortal de las elecciones pasadas.

En Jalisco el panorama no es menos desolador. El reporte de Integralia dado a conocer el mes pasado titulado los “Diez riesgos políticos para 2024” ubican a nuestra entidad en el top 3 de los estados donde habrá elecciones para gobernador, junto con Veracruz y Chiapas, como un estado que presenta un control “muy alto” de los grupos del crimen organizado en distintas zonas. Como Maravatío, nuestro signo ominoso es Jilotlán de los Dolores, donde las autoridade­s de los tres niveles de gobierno, no pudieran garantizar la seguridad pública para convocar a elecciones extraordin­arias por la presencia de grupos del crimen organizado.

Los gobiernos federal, estatal y municipale­s tienen la obligación de que esta estela de violencia electoral pare y no ponga en riesgo la libertad de los ciudadanos a elegir a sus gobernante­s. Basta ya de que permitan cumplir los designios de las mafias que cada proceso electoral asoman más sus fauces.

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