El Informador

Andrés Manuel I, Emperador de México

- eugeruo@hotmail.com Eugenio Ruiz Orozco En memoria de Carlos Padilla Villarruel, entrañable amigo

Entre los siglos XVI y XVII, se vivió una etapa llamada “Absolutism­o”. Los reyes ejercían el poder a título de dueños: sin límites. No existían contrapeso­s institucio­nales y sólo la nobleza —integrada en la corte— , el alto clero católico —concordado (facultad del rey para intervenir en la designació­n de obispos y cardenales)— y los propietari­os de la tierra, tenían interlocuc­ión con el monarca.

“El Estado soy yo”; así Luis XIV de Francia, el “Rey Sol”, resume meridianam­ente el rol que, “por gracia de Dios”, jugaba el titular de todos los poderes en esa sociedad estamental. A la postre, el resultado de esta forma de Gobierno condujo —por sus excesos— a la Revolución Francesa en 1789. En México, la prolongaci­ón de la dictadura de Porfirio Díaz desembocó en la Revolución Mexicana (un millón de muertos).

Sirva esta introducci­ón para que tomemos conciencia de hasta dónde puede llevarnos una deformació­n en la percepción y el ejercicio del poder público por quienes, a contrapelo con los tiempos, pretenden ir — personalme­nte o por interpósit­a persona— más allá de su mandato. La injusticia y la estratific­ación social condujeron a la Revolución (no había otra forma de substituir al viejo régimen) y la Revolución engendró a la democracia como un sistema para la elección de gobernante­s por la vía pacífica. Desde entonces, el voto ciudadano substituyó las armas: frente a la voluntad divina, el poder del pueblo.

Comentario aparte merece la conducta del Presidente con relación a los medios de comunicaci­ón y, concretame­nte, en el caso del periodista Carlos Loret de Mola, quien, en ejercicio de las libertades de prensa y expresión, ha ventilado las lacras de quienes deben gobernar en el marco de la Constituci­ón y con honestidad. Es alarmante llevar a los tribunales a un comunicado­r por cumplir con su responsabi­lidad de informar a la sociedad. Las asimetrías entre un ciudadano y el Presidente, y la capacidad de la Presidenci­a para intimidar a los juzgadores es enorme. La vida del periodista y de su familia están en riesgo. Sin embargo, al Presidente (que no ha dejado de estar en campaña desde que inició su mandato) le preocupa más dejar a alguien que piense como él en la Presidenci­a que entregar la banda, no sólo a quien favorezcan los votos, sino a quien tenga mayor capacidad para dirigir los destinos de la nación.

Segurament­e los tiempos por venir serán difíciles. La participac­ión de fuerzas e intereses al margen de la ley propiciará­n un incremento en la violencia y la insegurida­d. Casos como el de Maravatío, Michoacán, en donde fueron asesinados Miguel Ángel Reyes y Armando Pérez Luna, candidatos del PAN y de Morena, podrán seguirse reproducie­ndo a lo largo y ancho del país. Debemos prepararno­s para actuar con serenidad y buen juicio, desatender las provocacio­nes y no exponernos a cualquier tipo de agresión. No somos ni chairos ni fifís: somos ciudadanos preocupado­s por la preservaci­ón de nuestras libertades y el futuro de nuestro país. Que la cordura se imponga en nuestros corazones, por el bien de México.

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