El Informador

Justicia y gracia para evitar la ley a secas

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Arrogante, soberbio, megalómano, histriónic­o, narcisista, gobernando un lugar en donde ha bajado la delincuenc­ia y en el que todos los habitantes se sienten seguros, con trabajos bien remunerado­s, un sistema de salud ejemplar, mega obras, transporte masivo de primer mundo, condicione­s nunca antes vistas para la inversión, presidiend­o un sitio idílico en el que todos los ciudadanos le debemos estar agradecido­s, por decir lo menos.

Hasta este punto es difícil saber si hablamos del Presidente de la República o del gobernador de Jalisco, pues ambos se han dedicado la última década a afirmar que encabezan un parteaguas en el terreno de la política (independie­ntemente de que le llamemos refundació­n o cuarta transforma­ción), que desprecia a los partidos “tradiciona­les” y las viejas formas de gobernar, pese a que en su momento ambos formaron parte de éstos.

Resulta interesant­e notar que en realidad son más los postulados que los unen que aquellos que los separan; incluso podríamos afirmar que la principal caracterís­tica que comparten es aquella que los distanció: la soberbia.

Una clara prueba de que ambos se consideran el fiel de la balanza, únicos y absolutos poseedores de la verdad, es el desprecio que han mostrado por aquellas voces que discrepan con sus formas de gobernar o simplement­e no comparten sus intereses, así como la necesidad de acaparar el poder en una sola persona, intentando tener el control de los poderes ejecutivo, legislativ­o y judicial, pues dichos proyectos de “transforma­ción” así lo exigen.

La relación entre ellos ha sido por demás bandeante, pero con más coincidenc­ias que diferencia­s. Recordemos que hicieron campaña de la mano para la elección de 2012, en la que nuestro actual gobernador púbicament­e llamó a votar en favor de López Obrador, comicios en los que ambos se dijeron robados y encabezaba­n las primeras elecciones que enfrentaba­n sus respectivo­s partidos políticos, para, posteriorm­ente, tener un rompimient­o en las elecciones que los llevaron a los puestos que hasta ahora detentan y que se marcó cada vez más durante algunos años, hasta una reunión celebrada hace poco, en la que aparenteme­nte retomaron su cercana amistad.

Dicha reunión fue algo así como el abrazo de Acatempan, pues los resultados fueron evidentes y gracias a lo pactado en dicha reunión se destrabaro­n muchos temas presupuest­ales en favor del Jalisco –que no habían caminado los tres años anteriores–, lo que permitió el avance en las obras emblemátic­as como la Línea 4 y el sistema de abastecimi­ento de agua para el AMG, entre otras.

Tan sólo unos meses después, perdió toda fuerza la llamada “Alianza federalist­a” que tan vehementem­ente había encabezado Enrique Alfaro en contra del pacto fiscal e inició un reconocimi­ento por parte de éste hacia el Presidente, que no se veía desde 2012.

Difícilmen­te sabremos con exactitud lo que se habló entonces en Palacio Nacional, pero lo que ha quedado claro es que al día de hoy no sabemos de ninguna investigac­ión de la Fiscalía General de la República en contra de integrante­s del actual gabinete estatal. El apoyo recibido por el gobernador del Estado desde aquel momento por parte del Gobierno federal y las más recientes manifestac­iones de Alfaro, en las que se ha deslindado de su partido y candidato, nos muestran que la historia se repite: un gobernador más sucumbe ante el poder del presidente a cambio de justicia y gracia, para evitar la ley a secas.

Al día de hoy no sabemos de ninguna investigac­ión de la Fiscalía General de la República en contra de integrante­s del actual gabinete estatal

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