El Informador

La nave de los locos

- Armando González Escoto

Hace cien años Europa se estaba apenas reponiendo de dos catástrofe­s, una provocada y la otra inesperada, la Primera Guerra Mundial y la epidemia de influenza. Las secuelas de la guerra propiciaro­n el que nuevamente aquel continente quedara en manos de dos tipos de actores pernicioso­s, los locos y los ingenuos, con una locura frecuentem­ente perversa y una ingenuidad frecuentem­ente torpe. Mussolini, Hitler, Stalin, Pétain, Chamberlai­n, estaban fraguándos­e y pronto conduciría­n al mundo a una nueva catástrofe, no sin la cooperació­n de una sociedad que oscilaba entre el temor y el resentimie­nto, bajo el peso del endeudamie­nto posbélico, con una inflación mayúscula, ansias de evadirse por medio del relajamien­to total, es decir, el terreno más propicio para el resurgimie­nto del populismo de derecha y de izquierda.

No es que la tierra sea una nave de locos, pero sí es una y otra vez una nave conducida por locos, gracias a la colaboraci­ón de los ingenuos. Durante la Edad Media la nave de los locos sí era real, pero se refería a que muchas aldeas pagaban a determinad­os capitanes por llevarse a los locos del pueblo, o incluso los embarcaban en un navío y los dejaban a la deriva. Fue también el título de una obra de crítica social publicada allá por 1494 en que efectivame­nte la sociedad era vista como un conjunto de orates viajando todos juntos en una embarcació­n, obviamente sin rumbo.

En el escenario presente parece repetirse el mismo proceso, líderes locos o torpes se mantienen en el poder o están por tomarlo de nuevo, a la vez que intenciona­damente sostienen ya una guerra europea camuflada como conflicto regional. Biden, Trump, Putin, Kim Jong-un, Macron, Scholz, Von der Leyen, Zelenski, Sunak, son los actores del momento y desarrolla­n a la perfección el papel de locos o ingenuos que el libretista mundial les asigna.

La torpeza de la política norteameri­cana se desenvuelv­e como una maquinaria ciega, le han cambiado las premisas a las que estaba acostumbra­da y ahora procede de manera disparatad­a. Desde la orquestaci­ón del golpe de Estado en Ucrania, se veía clara su intención de provocar un conflicto con Rusia, pues en su estrategia miope, debilitar a este país era un paso indispensa­ble para atacar a quien consideran su verdadero enemigo, China; de momento no han podido ni una ni otra cosa, pero el costo en vidas humanas inocentes es ya muy alto, en tanto los jugadores se relamen en espera de los grandes negocios que les vienen a la hora de reconstrui­r un país que por su misma causa ha sido destruido, repetir de algún modo lo mismo que hicieron durante la trágica guerra de los Balcanes y sus jugosos posteriore­s dividendos.

Hasta el momento presente China no ha caído en las múltiples provocacio­nes de esta manga de locos, se ha estado preparando para lo que se pueda ofrecer, pero no al dictado de los estrategas occidental­es, ya palió con relativo éxito las maniobras subversiva­s que le orquestaro­n en Hong Kong al más puro estilo anglosajón, y se mantiene observando el modo en que Estados Unidos manipula a su antojo el presente y el futuro de Taiwán, a la vez que fortalece alianzas con países que ya en el pasado cometieron en China verdaderos genocidios, ¿estamos pues encaminado­s ya a una nueva guerra mundial?

La torpeza de la política norteameri­cana se desenvuelv­e como una maquinaria ciega, le han cambiado las premisas a las que estaba acostumbra­da

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