El Informador

Me sabía a gloria

- Por: Adriana Gricelda Carrillo Aguiar, profesioni­sta en Gestión del Patrimonio Cultural

SOBRE LA COLUMNA

Esta entidad está compuesta por aspectos de índole multicultu­ral que durante su proceso evolutivo ha forjado de manera distintiva su identidad. Sus habitantes como parte esencial de sus componente­s producen

la herencia cultural material e inmaterial, representa­da por su entorno natural, arquitectu­ra, urbanismo y tradicione­s, los cuales, se encuentran sujetos a un proceso constante de adaptación a los tiempos modernos

Recuerdo los olores, sabores y recomendac­iones de mi abuela, de quien aprendí a cocinar y a valorar diversos ingredient­es y utensilios que se utilizan en la cocina del día a día. Ahora que ella ya no está valoro sus enseñanzas y revivo el legado culinario que me heredó.

Josefa Aguiar Cuevas (19322017) se llamaba mi abuela, originaria de Zacatongo, Jalisco con quien viví después de que falleció mi madre, cuando yo tenía 19 años, mi abuela fue una excelente cocinera y con ella comenzó mi curiosidad y pasión por la cocina, tratando de igualar la sazón que adquirió desde muy pequeña, también con las enseñanzas de su madre, mi bisabuela, Porfiria Cuevas.

Tortillas hechas a mano, verdolagas, tortitas camarón, de chinchayot­e o de calabacita rellenas de queso, capirotada de leche; pan de nata o de elote, platillos muy comunes para los habitantes de Jalisco, son sólo algunos de los que elaboraba con ingredient­es frescos, comprados en el mercado el mismo día y en algún momento cultivados por ella misma; utilizando también utensilios simples, como el molcajete, un sartén de peltre o de barro y una torteadora.

Difícilmen­te podré volver a repetir esos sabores y olores, los cuales forman parte de mi memoria, de mi herencia, en donde no sólo importa el pasado, sino el presente y el futuro; la memoria juega un papel fundamenta­l, que permite la apropiació­n y reconocimi­ento de lo que somos.

Es importante recuperar nuestra herencia a partir de la cultura alimentari­a, justo porque se recobra la identidad familiar y local frente a la global, ésta tiene la consigna de utilizar ingredient­es cultivados por nuestra gente, impulsando su desarrollo frente a las diversas problemáti­cas como son el cambio climático, la incorporac­ión de sus productos en el comercio, que algunas comunidade­s opten por abandonar sus tierras y emigren a otras regiones y dejen de cultivar maíz o frijol, elementos tan importante­s en la alimentaci­ón diaria.

En lo personal aún voy al mercado a comprar frutas y verduras, tengo mis puestos preferidos, compro la carne con el carnicero de mi barrio; es decir, continuo con lo que aprendí de mi abuela, está por demás decir que aún cocino con sus utensilios y ahora estoy enseñando a mi hijo mayor, quien también ha mostrado interés en la cocina, y ya ha “echado” sus primeras tortillas con esa máquina que mi abuela me heredó, buscando con ello continuar esa tradición.

Es crucial rescatar los conocimien­tos heredados por nuestros padres o abuelos y los platillos de nuestra tierra, de Jalisco; no está mal utilizar nuevos ingredient­es o electrodom­ésticos más sofisticad­os, la identidad familiar no es estática, está en continuo movimiento, permite la mezcla de saberes y sabores generando algo nuevo, lo que sí es importante es no olvidar nuestra tradición, propiciar que las comunidade­s se revaloren y reconozcan como los grandes portadores de conocimien­tos.

Los platillos heredados por mi abuela me sabían a gloria, siguen vivos en mi cocina, en mi paladar y en mi memoria, me interesa que ese ciclo de la diversidad cultural de nuestra cocina mexicana se mantenga en mi familia, con la esperanza de que pase a futuras generacion­es, que no se pierdan y se sigan disfrutand­o.

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CORTESÍA

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