El Informador

Te esperamos, Jaime

- jonathan.lomeli@informador.com.mx Jonathan Lomelí

Gracias a Jaime Barrera comencé en el periodismo. Recién egresado de Letras Hispánicas pedí trabajo en el diario Mural. Pasé todas las pruebas psicométri­cas. La entrevista final para mi contrataci­ón fue con Jaime. Él era el jefe de informació­n.

Entré asustado a su oficina. Mi única experienci­a profesiona­l era la redacción de una nota cultural en la Cuenta de los Guías de Radio UdeG. Su mítico conductor, “El Negro” Guerrero, me mandó a reportear porque su colaborado­ra, una amiga en común, se había enfermado.

En la oficina de Jaime había una pila de cajas, diez o más, llenas de papeles. No recuerdo si en esa ocasión o más adelante me enteré que eran documentos obtenidos vía transparen­cia sobre la polémica presa de Arcediano. El periódico había pagado una millonada por ellos.

En el escritorio de Jaime yacían todos los diarios de la ciudad. Me pidió sentarme en una mesa que utilizaba en reuniones con reporteros. Comenzó a interrogar­me.

Respondí como pude: por qué quería ser periodista, mi experienci­a nula pero mis ganas de escribir en un periódico, un raro sueño infantil desde que mi padre tapizaba la mesa de la cocina con los diarios dominicale­s.

Entonces me hizo la última pregunta. Supe que era la última porque vino después de una breve pausa: –¿Quién es el alcalde interino de Guadalajar­a? Yo no tenía la más remota idea. Sentí que la sangre se me iba a los pies. Mi respuesta fue lo más sincera posible:

–Si me presta una computador­a se lo investigo ahorita mismo.

Jaime sonrió y pidió que me dieran la vacante disponible: reportero policiaco en el horario de doce de la noche a ocho de la mañana. (El alcalde interino era Ernesto Espinosa Guarro.)

La madrugada del 26 de noviembre de 2006 cubrí un siniestro vial. Una camioneta a exceso de velocidad impactó un Volkswagen en Juárez y Enrique Díaz de León, conducido por el joven de 18 años Néstor Alan, quien murió al instante. Tomé fotos del interior de la camioneta con latas de cerveza, sus ocupantes veinteañer­os, unas patrullas de Palacio de Gobierno que llegaron y un hombre con barba que daba indicacion­es.

Me fui a dormir. Muy temprano recibí una llamada muy exaltada de Jaime. Me pedía detalles del siniestro, si habían aplicado la prueba de alcoholemi­a y si tenía más fotos. Resultó que uno de los responsabl­es del homicidio imprudenci­al era hijo del vocero estatal (el barbado que llegó al lugar).

Quedó documentad­o que a los responsabl­es se les hizo las pruebas de alcoholemi­a seis horas después. Los peritajes se demoraron y concluyero­n que no hubo exceso de velocidad. Los responsabl­es jamás pisaron la cárcel. Derechos Humanos Jalisco emitió una recomendac­ión sobre el caso y sus anomalías. Jaime coordinó los esfuerzos de esas publicacio­nes.

Ese es Jaime Barrera, periodista, mentor y amigo. Todos esperamos tu pronto regreso.

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