El Informador

Compiten por un lugar para dormir en albergues

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PUERTO PRÍNCIPE.- Dentro del albergue improvisad­o en la escuela de localidad, las cosas estaban algo más ordenadas y cientos de personas hacían fila para recibir comida. Las más de tres mil 700 personas que se refugian allí compiten por un lugar donde dormir y por compartir un agujero en el piso como retrete.

Marie Lourdes Geneus, una vendedora ambulante de 45 años y madre de siete hijos, contó que las bandas echaron a su familia de tres casas distintas hasta que terminaron en el albergue.

“Si miras alrededor, hay mucha gente desesperad­a que, como yo, tenía una vida y la ha perdido”, dijo. “Esta es una vida horrible. Me he esforzado mucho en la vida y mire donde he terminado, tratando de sobrevivir”.

De vez en cuando sale para intentar vender frijoles para comprar algo de comida extra para sus hijos —que a veces comen sólo una vez al día— pero acaba perseguida por hombres armados y tirando sus productos al suelo mientras corre.

Otro de los refugiados en la escuela, Erigeunes Jeffrand, de 54 años, explicó que antes se ganaba la vida vendiendo hasta cuatro carretilla­s cargadas de caña de azúcar por día, pero recienteme­nte las pandillas lo sacaron a él y a sus cuatro hijos de su vecindario.

“Mi casa quedó completame­nte destruida y desvalijad­a”, dijo. “Se llevaron todo lo que tenía. Y ahora ni siquiera me dejan trabajar”.

Mandó a sus dos hijos menores a vivir con unos familiares a una zona rural más tranquila del país, mientras que los dos mayores se quedaron con él.

“¿Puede creer que yo tenía una casa?”, apuntó. “Llegaba a final de mes. Pero ahora dependo de lo que la gente me da para comer. Esto no es una vida”.

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