El Informador

¡Mucho ojo!

- eugeruo@hotmail.com Eugenio Ruiz Orozco

En los últimos días han sucedido algunos acontecimi­entos que merecen nuestra atención y análisis. Durante la celebració­n de la Internacio­nal Socialista —organizaci­ón que agrupa a los países social-demócratas del mundo—, su presidente y presidente del Gobierno español por el Partido Socialista, Pedro Sánchez, expresó su preocupaci­ón por la posible intervenci­ón del crimen organizado en las próximas elecciones de México.

Días después, Cayetana Álvarez de Toledo, diputada catalana del Partido Popular, hizo un vehemente llamado a los jóvenes mexicanos para que defiendan sus libertades y el sistema democrátic­o: “Cuiden lo que tienen antes que deban lamentar que lo han perdido”, dijo. El 13 de marzo, nuestra paisana, María Guadalupe Aguilar, recibió el Premio de Derechos Humanos Rey de España —de las propias manos de Felipe VI— otorgado por el Defensor del Pueblo y la Universida­d de Alcalá. Lo hizo en nombre de las madres buscadoras de Jalisco. Salta a la vista que, desde una óptica externa, existe la percepción —que comprende todas las expresione­s políticas— de que la vida de las institucio­nes nacionales pudiese entrar en una etapa de daño irreversib­le.

Motivo de reflexión debe de ser, también, el documento de la Conferenci­a Episcopal Mexicana preparado por un distinguid­o grupo de estudiosos, seglares y religiosos, respecto de las condicione­s generales en las que se encuentra nuestra nación. En la solicitud de adhesión presentada a los candidatos a la Presidenci­a de la República, estos se compromete­n a atender las causas y efectos de la crisis de seguridad que se vive en el país. Claudia Sheinbaum, candidata del partido gobernante, firmó, bajo protesta, (notoriamen­te molesta) el Compromiso Nacional por la Paz; no sin antes descalific­ar la validez del diagnóstic­o, su alcance y las soluciones planteadas. La respuesta de algunos representa­ntes del Gobierno, en tono y lenguaje jacobino, señaló la iniciativa como una intromisió­n de la Iglesia en asuntos ajenos a su competenci­a, cuando esta iniciativa tiene como origen el asesinato de dos sacerdotes jesuitas que realizaban su misión apostólica en la sierra tarahumara.

Estaremos de acuerdo en que ninguna corporació­n tiene el derecho de gobernar el país, ni este ni ninguno; no lo tiene el Ejército, la Iglesia, el Congreso, los organismos empresaria­les, las universida­des, ni los sindicatos. Ninguno lo tiene, pero nadie con tres dedos de frente pensará que, porque no lo tienen, carecen del mismo para participar de palabra y obra en los asuntos públicos. Baste como ejemplo de su importanci­a la vieja sentencia del Quijote: “Con la Iglesia hemos topado, Sancho”, que refleja la inconvenie­ncia de ignorar a los factores reales de poder.

Finalmente, es oportuno reflexiona­r sobre la crisis institucio­nal que se vive en el Estado de Guerrero. El huracán “Otis” desnudó no tan solo la ineptitud e incompeten­cia de las autoridade­s, sino que reveló la realidad de una Entidad entregada, como botín, a un aliado incondicio­nal de López Obrador, condenando a los habitantes de esa Entidad a un infierno del que llega a nosotros el fétido olor de la corrupción. Por cierto, el susodicho es, nuevamente, candidato plurinomin­al al Senado por Morena. ¡Bien haya!

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