El Informador

Nos faltan cien mil

- diego.petersen@informador.com.mx Diego Petersen Farah

Oficialmen­te nos faltan cien mil. Sí, no son 43 ni 44, son cien mil la personas que el Gobierno federal reconoce como desapareci­das en este país. Bajaron 14 mil del registro oficial y hay quizá otro tanto que los gobiernos estatales no reportan, y hay también muchísimas más que no son denunciada­s. La secretaria Alcalde puso la cifra un poco por abajo para no llegar a las seis cifras, como las tiendas que hacen descuento, y la dejó en 99,729. Hablar de cien mil desapareci­das y desapareci­dos en lugar de 114 mil no cambia un ápice la dimensión de la tragedia, pues no se trata de cifras sino de familias rotas, de madres y padres que han perdido la paz, de hermanas y hermanos que vieron su vida truncarse de un momento a otro.

Quitar del registro a 14 mil personas de las que la Secretaría de Gobernació­n dice tener pruebas de vida (un concepto muy amplio, pues en algunos casos se trata del uso de alguna tarjeta o el testimonio de alguien que dice haberlos visto) solo sirve a la narrativa del Gobierno que tiene una excusa más para dejar de buscar y, sobre todo, abona a su discurso de cara a las elecciones.

Lo que los gobiernos estatales y el Gobierno federal no nos han podido -o querido- explicar es por qué desaparece­n los que desaparece­n y, sobre todo, quién los desaparece. Los esfuerzos están centrados en la reducción de la cifra, no en acabar con el fenómeno. Nadie investiga y por lo tanto a nadie se detiene por este delito de lesa humanidad que el año pasado registró 12 mil víctimas de acuerdo con el registro oficial. Sí, cada mes hay mil personas desapareci­das que se suman a los ocho mil asesinados. Ese es el tamaño de la tragedia y de la violencia en este país.

Nos sobran excusas de los gobiernos y nos faltan cien mil mujeres y hombres, la mayoría jóvenes. Algunas y algunos de ellos pueden estar vivos, son víctimas de trata de personas, sea para explotació­n sexual o laboral dentro de los grupos del crimen organizado, y nadie los está buscando. Otros, quizá la mayoría, están muertos en alguna de las fosas clandestin­as que brotan en todo el país como hongos en temporada.

Y ahora sí que, retomando las palabras del Presidente y sus colaborado­res, hay que combatir las causas. Y la causa principal de la desaparici­ón, con todo respeto, no es la pobreza ni el hambre, sino la impunidad con la que el crimen organizado controla los territorio­s, la causa a combatir es la ausencia del Estado en las comunidade­s, los barrios y las colonias donde hay alguien a quien llaman “jefe de plaza” y que decide quién merece vivir y quién no, quién debe trabajar para ellos y quién le estorba en su empresa ilícita.

Nos sobran excusas de los gobiernos y nos faltan cien mil mujeres y hombres, la mayoría jóvenes

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