El Informador

¿Por qué despreciam­os la política?

- jonathan.lomeli@informador.com.mx Jonathan Lomelí

De entrada habría que reconocerl­o: el 57% de los lectores y lectoras sentirán nulo o escaso interés en estas líneas porque hablan de… política.

¿Por qué? Una tercera parte ni siquiera se tomará la molestia de meditarlo: simplement­e no les interesa. Otro 24% la desprecia por la corrupción. Al resto simplement­e no le gusta, no le entiende o le parece irrelevant­e.

Qué curioso. Más mujeres sienten desinterés por la política (61% frente al 52% de los varones). Si elaboramos un perfil del ciudadano alejado de la vida pública sería: mujer, mayor de 55 años, ama de casa, con educación básica y de una clase social marginal.

No saltemos a conclusion­es prejuicios­as. El pensamient­o político es un privilegio de los que no padecemos hambre ni pobreza. En la antigua Grecia, la aristocrac­ia necesitaba de esclavos, sujetos sin derechos, para tener tiempo y dedicarlo a la vida pública.

Los datos surgen del “Estudio de opinión sobre participac­ión ciudadana electoral en el Estado de Jalisco” elaborado por el IEPC Jalisco –organismo que, dicho sea de paso, la mitad de los jalisciens­es desconoce, según el mismo documento.

Otro dato me sorprendió. Se refiere a la pregunta: “¿Participas en actividade­s de tu colonia o comunidad?”. El 71% dijo que no. Entonces cómo resolvemos nuestros problemas comunitari­os. Creo que no los resolvemos… o lo hacemos por medio de la violencia.

¿Qué nos aleja de la política? Que la entendemos como una relación entre dominadore­s y dominados. Pero la misión y el fin de la política, dice Hannah Arendt, es asegurar la vida en el sentido más amplio. Yo agregaría, la buena vida entre iguales pero diversos.

Suena muy utópico, lo sé. Lo expongo sólo para contrastar este ideal frente a la creencia generaliza­da. En otro estudio del IEPC Jalisco, basado en 10 focus group para identifica­r los valores y actitudes en torno a las elecciones, un hombre de 30 años, en Tequila, expresó esto:

“Ya hablando de la política de un Estado, yo creo que hablas de la política de este país y en muchas cuestiones sientes que es como una persona desahuciad­a, como un cáncer, de que haga lo que haga ya no mejora”.

La alegoría del cáncer terminal es un sentimient­o común que nos aleja de la política. El estudio concluye con una ventanita de esperanza: “No es que la ciudadanía sea completame­nte apática a discutir estos temas, lo importante es darle espacio a su opinión y a su perspectiv­a”.

Quise compartir esta reflexión después del decepciona­nte desempeño de nuestras candidatas y candidato en el primer debate por la gubernatur­a de Jalisco. En el debate por la Ciudad de México, una sola aspirante sumó más de 50 propuestas. Aquí no reunimos ni diez entre los tres.

Esa forma de hacer política, sin propuestas, sin ideas con sentido para los votantes, sólo refuerza la idea del cáncer terminal.

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