El Informador

Putin ya está en México

- rrivapalac­io@ejecentral.com.mx / twitter.@rivapa Raymundo Riva Palacio

En octubre del año pasado, Margarita Simonián, la redactora en jefe del canal de televisión RT y eterna integrante de la lista de las 20 mujeres más influyente­s en Rusia, anunció el inicio de transmisio­nes del canal de la televisión rusa en el sistema de Metrobús de la Ciudad de México, “donde ahora los pasajeros pueden familiariz­arse con las noticias mientras esperan su autobús”. La publicidad se extendió al Metro y a espectacul­ares en varias partes del país, lo que visibilizó la preocupaci­ón que expresó en marzo del 2023 el general Glen VanHerck, jefe del Comando Norte de Estados Unidos durante una audiencia en el Senado, donde reveló que México tenía el mayor número de espías rusos en el mundo.

No hubo reacción del Gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador, pero despertó el interés de Dolia Estévez, decana de los correspons­ales mexicanos en Washington, que un mes después de la afirmación de VanHerck publicó que en cuestión de semanas el número de diplomátic­os rusos en México había crecido a 49. En mayo encontró que la Embajada de Rusia había acreditado a 36 nuevos diplomátic­os, con lo que llegaron a 85; un aumento en meses de 60%.

El número de diplomátic­os rusos en México no tiene precedente, incluso en los años de la Guerra Fría, cuando Moscú y sus entonces satélites de Europa del Este realizaban una intensa actividad de inteligenc­ia y espionaje en la Ciudad de México, que en los 60, 70 y 80 estaba convertida en la nueva Casablanca. Estados Unidos tenía la embajada más grande, después de Viena, la puerta de entrada de Occidente al mundo comunista en aquella época, para contrarres­tar el espionaje de sus enemigos, y desarrolló dos operacione­s de contrainte­ligencia, el Proyecto Verona de la Inteligenc­ia Militar que monitoreab­a comunicaci­ones, y el Cointelpro, realizado por el FBI, que infiltró al Partido Comunista, sindicatos y medios, entre otras institucio­nes.

La presencia rusa, que se puede argumentar fue cuando menos avalada por el presidente Vladimir Putin, oficial de la KGB durante 16 años, forma parte de un esquema de desinforma­ción a través de RT -acrónimo de Russian Television-, y desde 2009 es una pieza fundamenta­l para 500 millones de hispanopar­lantes consumidor­es de informació­n de la maquinaria de propaganda del Kremlin, cuyas transmisio­nes han sido bloqueadas y prohibidas en Estados Unidos, Canadá, Australia y la Unión Europea.

Un análisis del Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo en la Universida­d de Oxford reveló cómo RT y la agencia de noticias Sputnik incrementa­ron su presencia en América Latina tras la invasión a Ucrania, agregando a su equipo de diseminado­res a un grupo de influencer­s de la región. Vladimir Rouvinski, profesor asociado de la Universida­d Icesi de Colombia, señaló que esos medios han erosionado la democracia liberal en el hemisferio, y “aumentan la polarizaci­ón porque nunca hablan del consenso”.

En la nueva edición de la Guerra Fría, México está tan atrapado como cuando aún existía el Muro de Berlín, pero a diferencia de aquellos tiempos cuando optó por la alianza con Washington, todas las señales ahora son que el Presidente escogió la trinchera de Moscú, como dejó ver el domingo pasado The Hill, el periódico más leído en el Capitolio, en un largo reportaje donde observó que los medios y mensajes rusos estaban creciendo en México, subrayando la presencia de RT en el transporte público de la Ciudad de México. “Desde que comenzó nuestra publicidad, nuestra audiencia creció inmensamen­te”, dijo el embajador ruso en México, Nikolay Sofinskiy a Ignacio Rodríguez, apodado El Chapucero, uno de los primeros influencer­s reclutados por el equipo de propaganda de López Obrador para diseminar los mensajes del Presidente y fustigar a sus críticos.

El impacto potencial que la presencia de la maquinaria de propaganda rusa pueda tener en la sociedad mexicana no es posible evaluarlo todavía, pero ha entrado en la mente de los mexicanos de una manera culturalme­nte fácil como fue el apoyo a los nazis en los prolegómen­os de la Segunda Guerra Mundial-, por el muy bien fundamenta­do antimperia­lismo norteameri­cano.

Hemos percibido la penetració­n rusa como importante y relevante, pero de alguna manera limitada hasta este fin de semana, cuando Javier Tejado publicó en SDP Noticias un monumental hallazgo. Al analizar los datos del INE sobre la cobertura de medios televisivo­s de la campaña presidenci­al, encontró que quien más espacio le ha dado fue el Canal 13, que no es Televisión Azteca, a la que conocimos con ese nombre por mucho tiempo, ni tenía nada que ver con su propietari­o Ricardo Salinas Pliego.

Tejado encontró que las frecuencia­s de Canal 13 están asignadas a la empresa Telesusa Televisión México, propiedad de Ángel Remigio González, mexicano y naturaliza­do guatemalte­co, que tiene un imperio de medios electrónic­os en América Central. “El fantasma”, como lo apodan, tiene una empresa en Miami que maneja Guillermo Cañedo White, con 35 estaciones de televisión 114 frecuencia­s de radio y dos cadenas de cine, expuso Tejado.

La gran sorpresa, admitió el columnista, fue encontrar un documento oficial del Instituto Federal de Telecomuni­caciones fechado hace poco más de cuatro meses, donde da cuenta que todas las 15 concesiona­rias de Telesusa que cubren Campeche, Guanajuato, Jalisco, Michoacán, Nuevo León, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, Veracruz y Campeche, tenían autorizada la multiprogr­amación a favor de RT. El financiami­ento de Canal 13 le ayuda a su expansión, que es la única explicació­n que encontró Tejado a la intensidad y amplitud de la cobertura presidenci­al con el tamiz acostumbra­do de “manipulaci­ón mediática y guerra informativ­a”.

Hay dos escenarios como hipótesis de trabajo en esta novedosa versión de la Guerra Fría, donde por un lado es el fortalecim­iento del régimen actual para reforzar el respaldo a Putin, llenando la mente de los mexicanos con desinforma­ción, exacerband­o sus contradicc­iones y acelerando la polarizaci­ón, y por la otra, en esta nueva lucha que no es ideológica -los dos son capitalist­as- sino por el poder absoluto, donde quizás para Putin, el daño a Estados Unidos y su desestabil­ización, pasa por hacer primero lo mismo en México, como pieza desechable de su ecuación.

El número de diplomátic­os rusos en México no tiene precedente, incluso en los años de la Guerra Fría

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