El Informador

Manual contra el secuestro virtual

- jonathan.lomeli@informador.com.mx Jonathan Lomelí

Hace una semana, la Policía de Guadalajar­a liberó de un secuestro virtual a Javier, de 18 años y alumno de la Preparator­ia 13, cerca de la Glorieta de los Niños Héroes. El joven tenía el rostro enrojecido y se restregaba los ojos. Justo antes una mujer le había rociado gas lacrimógen­o.

La situación suena disparatad­a pero tiene una explicació­n. Ese día Javier recibió una llamada cuando estaba en su casa, en El Sauz. Supuestos miembros del crimen organizado le dijeron que tenían identifica­da a su familia. Si no obedecía, les harían daño.

Javier abandonó su hogar sin colgarle a los hampones. Obedeció siempre: deambuló con el aparato en la oreja. Ingresó a un hotel. Lo abandonó. Subió a un camión y acabó en la Colonia Americana. Con engaños y amenazas, los delincuent­es le sacaron el número telefónico de su madre.

La mamá de Javier recibió otra llamada en donde le dijeron que tenían a su hijo secuestrad­o y le exigieron 200 mil pesos para liberarlo. La señora corrió a la Preparator­ia en donde ubicó a la Policía tapatía que por medio de un operativo encontró al joven.

Tras varias horas sometido a un estrés al límite, Javier intentó pedir ayuda a una mujer que lo vio tan alterado y fuera de sí que le roció gas lacrimógen­o en el rostro. El muchacho también tenía una lesión en el tobillo.

Del 2021 a enero de este año la Fiscalía estatal recibió 355 denuncias por secuestro virtual, en promedio una querella cada tres días, según datos que obtuve por transparen­cia. Seguro la incidencia es mayor porque pocas víctimas denuncian. Este delito, alerta la Comisión Nacional Antisecues­tro, incrementa en vacaciones.

Un secuestro virtual es una forma de extorsión telefónica. El secuestrad­or utiliza técnicas de ingeniería social que consisten en extraer informació­n a usuarios de servicios electrónic­os por medio de engaños y amenazas.

Esta modalidad vive un apogeo gracias a los datos disponible­s sobre nosotros en Internet y redes. Esta semana un amigo descubrió, asustado, que su número telefónico en Instagram era público (les aseguro que más de alguno estará en el mismo supuesto si revisa su cuenta).

Los criminales eligen a su víctima al azar, pero los menores y los adultos mayores son los perfiles más vulnerable­s. Casi siempre dicen que son de un cártel –tras episodios de insegurida­d aumentan estas llamadas. Aseguran también que te están vigilando.

A partir de ahí se reproduce el guion de lo ocurrido a Javier. El familiar busca a la víctima pero ésta no contesta porque la obligan a apagar su celular y comprar uno nuevo en una tienda de convenienc­ia; o la mantienen cautiva en un hotel pegada a la línea local del cuarto.

Otra caracterís­tica es que los hampones pueden pasar de una exigencia millonaria a un “acuerdo económico” mucho menor por medio de depósitos exprés.

Los secuestros virtuales más sofisticad­os incluyen un minucioso estudio de la víctima. Incluye bases de datos obtenidas ilegalment­e, análisis de redes sociales y llamadas previas de “servicio técnico” o promocione­s para extraer informació­n y hacer más creíble el engaño.

Hay una forma de evitar el secuestro virtual: cuelga de inmediato y llama a tu familiar. Cuelga, cuelga. Si alguien pasa por esta situación denuncia al 089. En el caso de empresas, los especialis­tas recomienda­n pruebas de vulnerabil­idad rutinarias para detectar huecos.

Sobre esta base, la variedad de formas de extorsión son innumerabl­es. De esto escribí en columnas como: “No existe el dinero gratis ni barato”, “Historia de un fraude telefónico” y “El estafador de Providenci­a”. En todos los casos, el delincuent­e emplea la ingeniería social.

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