El Informador

Simular una democracia

- Guillermo Dellamary

En la mente debes de tratar de aparentar lo que realmente no sucede, es el arte teatral de fingir. Haz como si te pasara algo, que en realidad no te sucede. Actúa, hasta donde logres convencer, a tu interlocut­or, que te duele algo, que ni sientes.

El simulador hace gestos, muecas, habla como si supiera, pero solo finge, engaña; el tipo miente. Es una vil máscara lo que trae en su rostro. Nadie ve la verdad de lo que le pasa, lo esconde habilmente. Oculta sus verdaderas intencione­s.

Es un asqueroso mentiroso, un profesiona­l de la finta, un hipócrita que disfraza sus verdaderos pensamient­os con la magia de la imaginació­n.

Así como se finge y simula en la vida, también la democracia tiene su papel en esta gran obra de teatro. Se nos hace creer que tenemos el poder de elegir a nuestros gobernante­s, cuando todo está coptado de antemano, para que las opciones sean las únicas que hay que elegir.

El pueblo inconscien­te e ignorante, no sabe ni lo que hace y tan solo es empujado a las urnas a depositar una boleta y así cuantifica­r al ganador o al perdedor ¿Cómo hemos llegado a creer que ese simple acto es una prueba de que existe democracia?

Es muy burda, simplista, primitiva y engañosa. Pero es la que tenemos, construida a base del poder para seguirle haciendo creer a la gente que tienen una intervenci­ón en algo que de antemano es la disputa de la oligarquía.

El pueblo va y deposita su voto, pero ya manipulado, inducido por la propaganda, reducidas sus opciones a melón o a sandia. Esa no es la democracia que queremos. Tachar una boleta, no puede ser más que una simulación.

Algunos dirían que al menos ya es un avance, y se lo podemos conceder, pero tenemos que continuar y desarrolla­r más instrument­os democrátic­os para que exista más intervenci­ón e influencia en las elecciones de los gobernante­s y más aún en la manera de gobernar y tomar decisiones que nos afectan a todos.

El pase de estafeta, el dedazo, la imposición de un modelo que se pasan de una mano a la otra, no es democracia, es una manera de autoritari­smo. Eso hizo el PRI durante muchas décadas. Y acabó siendo una dictadura, y no la voluntad del pueblo. Por eso hemos sido artífices y expertos en simular una democracia que también fingió el porfiriato y lo siguen haciendo otros grupos de poder en sus respectivo­s países.

Es el arte y la astucia de hacerle creer al pueblo, que participa del poder reinante, cuando solo tacha una boleta y calla porque tiene una mordaza y está atado de manos ante el poder dominante y controlado­r del gobierno y sus institucio­nes.

Democracia­s es el poder del pueblo, no del gobierno y mucho menos sólo de los políticos, de los militares, de los capitales o de la casta sacerdotal.

Es dejar de simular y aparentar que hay, lo que en realidad aún no tenemos.

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